MÓNICA BRIANÇON MESSINGER
Ella con 19 años hacia lo mismo que tú. Divertirse y pasarla bien, tener sueños, frustraciones y tristezas, momentos buenos y malos, disfrutar el aroma del café, sentir el petricor cuando empieza a llover, tener una casera de pan, saludar a todos cuando entraba al minibús, mirar sus bolsillos y preguntarse ¿cómo voy a llegar a fin de mes?
Alessandra al igual que tú tenía problemas con su familia, estaba alejada de ellos porque no la apoyaban en su forma de hacer las cosas. Lo bueno fue que encontró buenos amigos, gente que sí creía en ella, que veía su corazón. Alessandra como una buena hija de Dios, disfrutaba la vida como se la entrega a una persona, sin ataduras, sin compromisos, y tomó este regalo para hacer buenas cosas, como defender a los desprotegidos.
Alessandra murió estrangulada con el cable de una plancha de cabello, en un hostal en Cochabamba. A su entierro no asistió ni su familia ni nadie cercano a ella, solamente sus buenos amigos. Murió sola, probablemente por cometer algo que para ti, y para muchos es un pecado. Era trans, y más humana que muchos de nosotros.
En Bolivia, la mayoría de los denominados “crímenes de odio” por homofobia o transfobia que afectan a la población de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) no son denunciados. Se estima que una de cada 10 víctimas denuncia el hecho. El resto, guarda silencio por temor a revelar su identidad.
El colectivo LGBT lamenta no contar con cifras oficiales sobre las agresiones y crímenes de odio contra esa población, ya que no existe una tipificación específica para estos casos en las normas penales bolivianas.
Por otro lado, entre enero y julio de 2021 se han registrado 53 feminicidios y 14 casos de infanticidios, y de enero a abril se reportaron 11.133 casos de violencia familiar o doméstica.
Sin embargo, sólo nos preocupa esta pequeña porción de lo que le gusta a las personas como una preferencia sexual.
No se trata de ser la solución, o el problema, o de fijarnos en lo que dice un libro religioso o no, sino de entender que, al final del día cuando decimos que somos polvo de estrellas y que estamos todos interconectados como seres humanos, se trata precisamente de eso: que Dios no está allá arriba para fijarse en la ley que los seres humanos hemos puesto, sino que está aquí entre nosotros, porque eso es lo que nos hace al final del día humanos.
Como Alessandra todos tenemos el deber de cumplir esa ley divina: Ama a los demás como a ti mismo.
La autora es periodista.
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