El
pasado miércoles, a eso de las cinco de la tarde, llegó un mensaje a mi
celular, que decía: “Se le informa que el día de mañana puede pasar por
nuestras instalaciones a recibir su segunda dosis de la vacuna Sinopharm, en
nuestras instalaciones en el horario de 08:00 a 15:30”.
Antes que nada, quiero agradecer a la Escuela
Militar de Ingeniería (EMI) y a todo el personal, que muy ordenadamente
hicieron posible que reciba las dos dosis de esta vacuna contra el Covid-19.
Luego de hacer fila por algunos minutos, llegó mi
turno. Me senté y ansiosamente ofrecí mi brazo descubierto, esperando que la
agujita introduzca en mi organismo ese líquido aceitoso que le ayudará a
producir los incontables anticuerpos, muy necesarios para hacer frente a este
virus.
Sentada a mi derecha, una joven cerraba sus ojos:
lo hacía fuertemente, esperando que el pinchazo “duela” lo menos posible. A mi
izquierda, un muchacho, fruncía el ceño, mientras el doctor le frotaba el brazo
con un algodón empapado de alcohol. Algunos metros más adelante estaba un señor
canoso, de ojos saltones, de aproximadamente cincuenta años, que cerraba los
puños como si le estuvieran inyectando adrenalina para darle más fuerza a su
vida.
Y así, en esa jornada de vacunación se fueron dando
un sinnúmero de historias. Algunas, parecían sacadas de un manual de ficción,
como si se tratara de un guion literario escrito por el gran García Márquez en
su novela Cien años de soledad, en el que se desarrollan hechos fantásticos.
Es posible que esta nota debería haberse iniciado
de la siguiente manera: “Muchos años después, el licenciado Suárez habría de
recordar aquella remota tarde cuando fue vacunado contra el Covid-19 y no se
convirtió en hombre lobo”.
Lo cierto es que en estos momentos la vacunación es
la forma más eficaz para tratar de frenar a este espantoso virus, que ha
generado tantas pérdidas humanas y problemas en el mundo.
¡Estoy feliz! ¡Estoy vacunado! ¡Y toda mi familia
también! Es primordial vacunar a la mayor cantidad posible de personas, para
generar lo que se llama “la inmunidad de rebaño”, esa que debilitará al temido
virus hasta convertirlo en un resfriado común, como el que nos da algunas
veces. Es responsabilidad de cada uno el vacunarse. Seamos responsables con la
sociedad, la vida y nuestros seres queridos.
José
Fernando Suárez Sanguino es Relacionista Público.
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