Cambio y fuera. Ha llegado el momento de la jubilación de los políticos
en la región.
Quizá no haya que exagerar como han hecho los peruanos, pero habría que
hacer como los chilenos, que han mandado a sus casas a los viejos políticos.
En Cuba, la gente se ha propuesto jubilar no solamente a unos líderes,
sino a todo un aparato, todo un partido. Una oligarquía compuesta por los jerarcas
del “partido comunista” está en vías de ser expulsada.
En Bolivia la cosa se perfila muy dura. El cocalero Morales ha perdido
la prueba de fuerza dentro de su partido incluso antes de subir al
cuadrilátero, en este caso al congreso de su partido. Jubilación inevitable.
Los chilenos lo han hecho muy bien. Estaba a punto de convertirse en
candidato un dirigente del Partido Comunista, pero los electores recapacitaron
a tiempo y han elegido como candidato a un izquierdista moderado.
Los otros han optado por jubilar a la generación de Piñera y en
noviembre habrá una nueva camada de dirigentes políticos en ese país.
Los candidatos, los dos, nacieron después del golpe del 11 de septiembre
de 1973. Chile ha dado vuelta a la página y a su viejo debate.
En Bolivia, el hecho de que los masistas hubieran decidido que su
congreso no se realice en el Chapare revela que han optado por romper los lazos
que unían a su partido con la coca y sus derivados.
Quienes postulan este gesto de ruptura con los cocaleros creen que aquella
relación perjudicaba al partido por las connotaciones pecaminosas de la
actividad económica prevaleciente entre ellos.
No debe ser muy digno formar parte de un partido que está compuesto por
personas vinculadas a actividades económicas ilegales.
La anterior vez que la política boliviana estuvo muy ligada a una
actividad económica fue cuando los barones del estaño influían en los partidos
y designaban candidatos.
Ellos podían decir que, al fin y al cabo, la minería es una actividad
económica legal. Tenían medios de comunicación, como La Razón, que
nada tuvo que ver, ni en calidad periodística ni en honorabilidad, con la
versión que ahora lleva el mismo nombre.
La actividad petrolera, que tuvo una fuerte presencia en la época de las
exportaciones de gas, no llegó a tener injerencia en la política.
Pero ahora ha llegado el momento de un cambio en la política boliviana.
Serán nuevos rostros, nuevas propuestas, para una nueva Bolivia que está
saliendo de una época traumática.
El autor es
periodista.
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