En 2019, ONU Mujeres destacaba que, en la última década, la
participación laboral femenina había aumentado tanto en Bolivia, como en el
resto del continente latinoamericano, aunque todavía con desafíos por superar,
como el alto porcentaje de trabajo informal. Casi dos años después, la crisis
sanitaria global, entre otros efectos socioeconómicos, ha perjudicado este
avance. En la región, seis de cada 10 mujeres trabajan en áreas duramente
golpeadas –en empleo e ingresos– por la contingencia; por ejemplo: turismo,
manufactura, comercio, trabajo doméstico, salud o educación. Rubros que,
además, en algunos casos, brindan oportunidades laborales informales con bajos
salarios.
Según datos actualizados de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (Cepal), en la región, la tasa de desempleo femenino aumentó 10,4
puntos porcentuales, generando un retroceso de 10 años en su ocupación, la
interrupción directa de su autonomía y condiciones laborales precarias. En el
último informe sobre empleo del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de
desocupación de mujeres en el área urbana de Bolivia llegó al 8%.
Desde mi perspectiva personal y profesional estoy convencida de que,
velar por una mayor y mejor inclusión laboral femenina, va más allá de un tema
ideológico; se trata más bien de un factor que beneficia a la sociedad de forma
transversal, a su crecimiento y su desarrollo sostenible. Sin duda, las
políticas gubernamentales para fomentar este asunto son determinantes, pero no
las únicas opciones. Desde nuestra vereda, como sector privado, también podemos
contribuir.
Este contexto, más que desalentarnos, nos debe impulsar a actuar, no
importa si en pequeña o gran magnitud. Podemos comenzar promoviendo encuentros
con nuestras colegas en espacios no laborales, para escucharnos, generar ideas,
compartir experiencias o inquietudes que, muchas veces, no exteriorizamos.
Además de propiciar un ambiente más saludable y gratificante, estas acciones
permiten tomar decisiones más alineadas a la realidad y a las posibilidades,
por ejemplo, generar condiciones para evitar que las mamás consideren renunciar
a su crecimiento profesional para cumplir la importante e imperdible
responsabilidad de crianza.
Estoy muy orgullosa de ser parte de una compañía que sitúa este asunto
entre las prioridades de su estrategia de diversidad e inclusión a nivel
regional; por ejemplo, el programa “Ella puede”, que actualmente llega a 350
mujeres, potencia su desarrollo laboral con el propósito de llegar al 50% de
puestos de liderazgo ocupados por ellas. Nada más tangible que nuestros propios
altos ejecutivos acompañen a las nuevas generaciones con mentorías para crecer.
Además, dedicamos cada año una semana completa para abordar temas como igualdad
de género, racismo, culturas inclusivas y prejuicios inconscientes. Asuntos que
también discuten el director ejecutivo y los líderes senior a través de lo que
llamamos Caring Conversations. Para respaldar más este propósito, se impulsan
sesiones de capacitación para los 46.000 colaboradores del mundo, incluido
Bolivia.
El propósito de estas líneas es recordar que sí se puede contribuir
desde pequeñas iniciativas, como las señaladas, hasta otras más visibles, como
tener una marca específica dedicada a generar conciencia en los estigmas
asociados al período menstrual, haciendo hincapié en que nada debe detener a la
mujer, ni representar una traba en el camino de su progreso al futuro que merece.
Los hechos demuestran que la intención se pone realmente en marcha, pues
un 60% de los puestos ejecutivos en Bolivia están a cargo de mujeres, entre
ellas, yo, además de nuestra principal líder. Trabajamos por apoyar ideas e
iniciativas, que potencien el talento y el compromiso de mujeres y hombres, en
general, porque creemos firmemente que, en esa diversidad, están las
oportunidades o señales para seguir innovando y aportando a la sociedad.
El recién pasado Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, tendría que
haber sido una jornada de inspiración para entender que apostar por tener cada
vez más mujeres estudiando, liderando, innovando, creando o tomando decisiones,
empodera a las sociedades en general, y, como indica ONU Mujeres, “contribuye
directamente a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el
crecimiento económico inclusivo”.
La autora es gerente de recursos humanos de Kimberly-Clark Bolivia.
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