No es difícil imaginar por qué los medios del Reino Unido
llamaron a Huckle “el peor pedófilo de Inglaterra”. Al momento de su arresto,
Huckle llevaba 9 años viajando regularmente a Malasia, donde se hacía pasar por
maestro, fotógrafo y cristiano devoto para acercarse a los niños de las
comunidades pobres que pretendía ayudar.
23 niños de comunidades cristianas pobres en la capital de
Malasia, Kuala Lumpur, fueron identificados en 71 cargos. En su recuento
personal, sin embargo, el abusador se “otorgó puntos” por el abuso de 191 niñas
y niños. Huckle fue arrestado por funcionarios de la Agencia Nacional del
Crimen cuando llegaba al aeropuerto de Gatwick camino a pasar la Navidad con su
familia en 2014.
Los oficiales incautaron la computadora encriptada de Huckle
y, aunque se negó a entregar las contraseñas, lograron descubrir 20,000
imágenes y videos indecentes, varios de los cuales compartía con otros
pedófilos en la “dark web” junto a consejos para abusar de niños sin ser
detectados. En publicaciones en línea, Huckle se jactó: “Los niños empobrecidos
definitivamente son mucho más fáciles de seducir que los niños occidentales de
clase media”.
Dos años después de su detención, Huckle recibió una condena
mínima de 25 años para reflejar el “aborrecimiento público” por una “campaña de
violación” que se extendió por nueve años. El juez encargado de su juicio le
dijo que era “muy raro en verdad” que un juez tuviera que sentenciar un delito
sexual cometido por una persona en tal escala. Con un nuevo y permanente hogar
en la prisión para hombres de categoría A ubicada en Full Sutton, Yorkshire, la
historia de Huckle parecía haber recibido un merecido final. Sin embargo, no
más de 3 años después de iniciada su sentencia, Huckle fue encontrado muerto en
una de las celdas de la prisión.
Paul Fitzgerald, de 30 años, entró en la prisión donde
contenían a Huckle tras ser hallado culpable de abusar sexualmente de un
paseador de perros en 2009. Según se conoció en su juicio, el asesino planeó
matar al pedófilo a principios de octubre de 2019 y lo llevo a cabo el 13 de
ese mismo mes.
Para hacerlo ingresó a la celda de Huckle con armas
improvisadas, hechas con un cepillo de dientes y un bolígrafo, y telas para
inmovilizarlo. El ataque, que duró aproximadamente 80 minutos, incluyó
estrangular a Huckle con una funda de cable eléctrico, insertar un bolígrafo en
su cerebro a través de la fosa nasal y penetrar su ano con el mango de una
cuchara, “para que supiera como se siente (un abuso sexual)”.
A la hora de dar su testimonio, Fitzgerald confesó que su
intención también era cocinar parte de la carne del torturado y comérsela, para
luego ir a matar a otros reos, algo que finalmente no pasó porque “ya me estaba
divirtiendo mucho”. “Fue un acto de justicia poética”, dijo el asesino en su
declaración.
Fitzgerald, quien compareció en la audiencia por enlace de
video, sonrió cuando recibió cadena perpetua y escuchó que deberá cumplir al
menos 34 años de cárcel, poniendo un aparente punto final a una cadena de
violencia y depravación que consternó a un país entero. Agencias
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