¿Qué decir de la educación en la coyuntura actual de la emergencia
sanitaria por la Covid-19? La respuesta puede diferir según la perspectiva de
donde la miremos.
Poco, si enfocamos la lupa de una autocrítica que todo boliviano debe
hacer en procura de aportar a la mejora progresiva y constante de este ámbito
tan fundamental, como lo es también el de salud. Es decir, los pasos que se han
dado en este sentido en la plurinacional Bolivia son los de un bebé que, en
cada nuevo intento, se cae y opta por gatear para avanzar.
La brecha digital aún existente, y acentuada en varias zonas a comparación
de otras, por las carencias o falencias del servicio de Internet, que no sólo
debe ser el de los más lentos y caros del orbe, sino que, a estas alturas, y
más con la pandemia, ya debería ser considerado un servicio básico. Son sólo
dos ejemplos de lo atrofiado del progreso que hemos registrado en materia de
educación.
La otra respuesta podría ser: mucho, si vemos la lejanía en el horizonte
de lo que nos resta por avanzar en este sentido, como para siquiera intentar
equipararnos a la educación en Chile o Uruguay, en el continente, y, peor aún,
a la que se imparte en Finlandia, Reino Unido o Singapur.
Nos referimos a lo mismo entonces, en realidad, con esas palabras
antagónicas: poco-mucho. O sea, que nos falta mucho por mejorar. Y esto se
refleja en el comportamiento de parte de la sociedad boliviana y para ser más
específicos, de la cochabambina, que en días recientes fue noticia nuevamente,
cuando se intervinieron otra serie de fiestas clandestinas en Cochabamba (Villa
Pagador), Tiquipaya y Colcapirhua. Fiestas donde había involucrados en éstas,
incluso, damas de compañía y algún funcionario policial. Y existe también el
perjuicio que causan con sus protestas padres de familia de Vinto, a la
población que no tiene que ver con sus demandas locales, como las canastas
estudiantiles.
No obstante, no debemos darnos por vencidos, porque mientras haya ====yachachejs==== (profesor
en quechua) en Pocona u otros municipios del área rural, maestros en las zonas
más urbanas y catedráticos en las universidades y otras instituciones de
formación, el cambio para bien es posible, con métodos innovadores que
conjuguen las clases presenciales y la teleeducación.
Y en tanto a estos actores insustituibles como trascendentales se anexen
otros de la sociedad, de una más educada antes que enferma, puede haber “una
luz al final, y al ‘fondo’ del túnel”.
En suma, hay poco o nada de tiempo que perder y mucho para trabajar por
una mejor educación de nuestras presentes y futuras generaciones en Cochabamba
y Bolivia.
La autora es maestra de nivel secundario.
No hay comentarios.: