Este domingo 7 de marzo, los electores bolivianos acudieron a las urnas
para elegir a las autoridades departamentales y municipales para los próximos
cinco años.
Hoy, cabe preguntarse por el “día después” de los comicios
subnacionales. Para ello, más allá de quienes hayan sido elegidos, sugiero
analizar ¿qué expectativas tiene la ciudadanía para las futuras autoridades locales?
Las respuestas a esta pregunta son múltiples. Ciertamente, dependerán de
los contextos particulares y de las demandas singulares de los ciudadanos que
habitan el territorio nacional. Sin embargo, desde aportes de larga data –como
el de Norbert Lechner (1996)– hasta publicaciones más recientes –como la de
Nora Libertun para el BID (2019)–, hay un elemento transversal en las demandas
ciudadanas: la búsqueda de una calidad de vida.
Al respecto, Lechner (1996) indicó explícitamente que “ser ciudadano’ no
se refiere tan sólo a la política institucional, sino progresivamente a la
vida social. En síntesis, la calidad de la vida social sería una condición
favorable para el ejercicio de la ciudadanía a la vez que su objetivo”.
Esta calidad de vida está estrechamente relacionada con la cotidianidad
de los ciudadanos, con su día a día. En el caso nuestro, la vida cotidiana del
70% de los bolivianos está concentrada en el ámbito urbano. Para el año 2032,
esta cifra se incrementaría hasta un 90%, como apuntó Carlos Hugo Molina en su
artículo “La hora de las ciudades” (15-12-2020).
En ese escrito, Molina aclara que la urgencia por atender las demandas
del ámbito urbano, no implica “desconocer el origen rural de nuestra sociedad”,
sino “enfrentar las necesidades que la realidad nos está planteando” tanto en
la ciudad, como en el campo.
Para ello, y en función de la búsqueda de una calidad de vida de los
ciudadanos bolivianos, sugiero trabajar en el acceso pleno e inclusivo a: (1)
servicios básicos, (2) sistemas de transporte integrados, (3) mercados
laborales locales y (4) espacios públicos que fortalezcan el desarrollo humano.
Sobre el primer punto, cabe resaltar que además del acceso al agua, luz,
alcantarillado, tratamiento de aguas residuales y recojo de basura, el Internet
se ha convertido en un recurso básico para los ciudadanos. Todos estos
elementos son fundamentales para una mínima calidad de vida, más aún en el
contexto de la pandemia de Covid-19.
El segundo punto es también importante, pues la cotidianidad de los
ciudadanos está estrechamente relacionada con su desplazamiento diario.
Dependerá de los sistemas de transporte –más aún si estos son integrados– la
cantidad de horas y de dinero que se inviertan para poderse desplazar. Lo
ideal, acorde a los expertos, es que esa cantidad se reduzca al mínimo posible,
sin que eso sacrifique las condiciones básicas de seguridad y comodidad.
El tercer punto es otro elemento fundamental, pues los mercados
laborales locales incrementan el acceso a fuentes de trabajo. Estas últimas
contribuyen considerablemente a la calidad de vida de los ciudadanos, pues les
permiten tener los ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades.
Finalmente, es preciso trabajar en los espacios públicos de salud,
recreación, deporte, educación, arte y cultura y así fortalecer el desarrollo
humano de la ciudadanía. Para ello, se deberá prestar particular atención a los
hospitales municipales, así como a la masificación de espacios verdes y a la
promoción continua del trabajo de artistas y gestores culturales. Esto no sólo
supone trabajar en la calidad de vida, sino en el nivel afectivo de la
ciudadanía.
A partir de lo mencionado, será fundamental que las autoridades locales
elegidas propongan planes concretos para atender estos puntos, den continuidad
a las gestiones que hayan trabajado al respecto y consideren que: trabajar en
la calidad de vida conduce a mejorar el nivel de felicidad de los ciudadanos.
¿Habrá posibilidad de que los bolivianos seamos felices?
Esperemos que sí.
La autora es investigadora y profesora en estudios sociales y de la
comunicación
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