Hace un año, la Organización Mundial de la Salud declaró el comienzo de
la pandemia de la Covid-19. En cuestión de semanas, el mundo se sorprendió por
una avalancha de incertidumbres. Aprendimos que un hospital y un médico valen
más que un estadio y un jugador de fútbol. También que los “viejenials” han
dado pruebas claras de ser más resilientes que los milennials y centennials.
Estos 365 días de tristeza y cuestionamientos fueron también 365 días de
intenso malabarismo emocional: un ejercicio diario de trabajar en nuevos
entornos, de ser fuertes para afrontar el trágico escenario que iba creciendo
con los días y que hizo de la vida un caos.
Logramos cumplir este primer aniversario adaptándonos a las nuevas
circunstancias. Stephen Hawking (1942-2018), eminente físico teórico, y
divulgador científico británico, dijo que “la inteligencia es la capacidad de
adaptarse al cambio”.
Él fue una prueba clara de cómo adaptarse. Sufrió esclerosis lateral
amiotrófica y pasó tres cuartas partes de su vida en una silla de ruedas. Eso
no le impidió desarrollar sus brillantes teorías que han revolucionado al
conocimiento científico.
Inteligentemente, los laboratorios alrededor del mundo decidieron
adaptarse y trabajar en un frente común para investigar y conocer a este virus
horripilante que ha provocado, según el último conteo de la Universidad Johns
Hopkins, al 15 de marzo de 2021, 120 millones de casos, 67,9 millones de
recuperados y 2,65 millones de muertos, algunos cercanos. Y aprendimos a
despedirnos, para siempre, de un modo impensado. Lloramos a solas. Y se nos
rompió el corazón.
Esperanzados, creímos que la humanidad cambiaría y sería más solidaria,
empática y comprensiva. Pero nos dimos de frente con la realidad. Muchos se
volvieron egoístas, negligentes e irresponsables. Otros sí transformaron su
vida y entendieron que el cariño puede más que la malevolencia.
Aun así, la memoria es tramposa y nos permite contarnos una historia
mejor, y creeremos que lo hicimos muy bien. Con seguridad quedará en la piel,
como un tatuaje, el olor del alcohol en gel en las manos, o respirar bajo capas
de tela. Ojalá también queden las buenas acciones que hicimos. Y dejemos de
debatirnos entre el primitivismo animal y optemos por la racionalidad acatando
normas de bioseguridad, y evitando reuniones sociales, entre otras medidas.
Yo seguiré acreditando que la información es una estrategia importante
de conocimiento y transformación social, por eso confío que para el segundo
aniversario de la pandemia, estaremos más unidos, fuertes, dando los abrazos
largamente postergados, porque finalmente habremos aprendido a consagrar al
conocimiento científico como la única posible vía de protección frente a este
virus.
La autora es periodista.
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