El hecho ocurrió el viernes al anochecer. Diego Rafael Pimentel (31) llegó en una camioneta Toyota Hilux a una casa del barrio Obrero y, a punta de pistola, amenazó al dueño de casa por la desaparición misteriosa de un sobrino, Maximiliano (24).
Todo quedó registrado en una cámara de seguridad de la casa en la que vivía el brasileño Adilson Zang (33).
La secuencia muestra cómo Zang salió al portón después de recibir un llamado. Pimentel lo increpó desde una camioneta blanca y luego de unos minutos el dueño de casa se dirigió al interior de la propiedad y retornó.
La discusión subió de tono, Pimentel se bajó de la Hilux y, empuñando un arma de fuego, empujó al brasileño. El hombre no reaccionó, pero apenas Pimentel caminó hacia su vehículo, sacó una pistola calibre nueve milímetros y disparó, generándose un tiroteo.
La víctima había llegado al lugar junto a un tío, que escapó a la carrera al momento de producirse los disparos y sería uno de los testigos claves para establecer las circunstancias en que ocurrió el crimen.
Fuentes vinculadas a la causa dijeron que Pimentel responsabilizaba a Zang de la desaparición de su sobrino, un joven que sería parte de una organización que se encarga de enviar mercaderías de contrabando a Brasil. Maximiliano Pimentel está desaparecido desde el 12 de abril y su tío considera que Zang tiene relación con ello.
El brasileño, radicado legalmente hace dos años en Bernardo de Irigoyen, se dedicaría al contrabando de mercaderías argentinas hacia su país, principalmente los codiciados vinos.
Según los Pimentel, Maximiliano desapareció luego de acompañar a su jefe en el cruce de un cargamento y nunca regresó. Es por eso que fueron hasta la casa de Adilson a pedirle explicaciones.
En la casa de Zang, la Policía decomisó una pistola Taurus nueve milímetros y dos cargadores con 16 proyectiles, 83 municiones del mismo calibre y 50 de calibre 38. En cercanías de la camioneta de Pimentel se halló un arma de igual calibre.
Los otros casos
El crimen de Pimentel se suma a otros tres homicidios que tendrían relación con los turbios negocios de frontera que crecieron en forma exponencial durante la pandemia del nuevo coronavirus. Con la reapertura de los pasos fronterizos, el contrabando se mantuvo, aunque en algunos casos varió el tipo de productos.
En mayo del año pasado, sicarios mataron al abogado entrerriano Juan María López (50), quien había incursionado en el negocio de los vinos que tenían como destino Brasil.
Unos meses después, en noviembre, fue asesinado a balazos el comerciante Rafael Antúnez de Olivera (45). Lo ejecutaron motociclistas frente a su hijo de trece años cuando esperaba la luz verde del semáforo a bordo de su camioneta.
La saga continuó en febrero de este años, cuando Ariel Camargo de Lara (19) fue hallado ejecutado de un tiro en la cabeza. El joven fue enterrado en en un paraje próximo a la ciudad. El joven estaba vinculado al contrabando.
No hay comentarios.: