Editorial
Los beneméritos de la Guerra del Chaco, aquellos valerosos
bolivianos que ofrendaron su juventud (y muchos sus vidas) en las candentes
arenas del Chaco recibirán una bonificación extraordinaria de 15.500
bolivianos, en reconocimiento por su defensa de los recursos naturales.
El 14 de junio se recuerda el cese de hostilidades de esta
guerra fratricida (1932-1935), en la que al menos 90 mil soldados de ambos
países murieron a lo largo de tres años de conflicto bélico, además que otros
miles resultaron heridos y mutilados.
Durante muchos años, el denominado benemérito (digno de
galardón) de la Guerra del Chaco no recibió el reconocimiento que merecía, por
su invalorable aporte a la patria, porque dejó sus años mozos en un terreno
hostil, donde pasaba hambre y sufría enfermedades propias de la región en la
que combatía contra los soldados paraguayos.
En el aspecto económico, el benemérito recibía rentas miserables
y el trato de la mayor parte de la población era indigno para el sacrificio que
había realizado.
Actualmente, en el país sobrevive un reducido número de
excombatientes, a tal extremo de que en algunos departamentos no queda ninguno
de estos soldados que defendieron la heredad del país.
En los últimos años, el Estado ha tratado de resarcir, de alguna
forma, el abandono al cual fueron sometidos durante mucho tiempo, ya sea con
bonificaciones extraordinarias, beneficios en la cancelación de sus servicios
básicos o exonerándoles en el pago de sus pasajes en el transporte público,
pero que no siempre todos cumplían.
Con este último reconocimiento que hace el Gobierno, se intenta
reconocer, en parte, el agradecimiento que debe tener el país por estos
exsoldados, aunque se lo hace en los últimos tramos de su vida.
Lamentablemente, en algunos años más, los beneméritos de la
Guerra del Chaco serán un recuerdo, una historia que se podrá leer solamente en
los libros que han escrito destacados autores.
Las nuevas generaciones ya no podrán escuchar de la boca de
estos exsoldados las historias que vivieron en el Chaco.
Cuando el 14 de junio de 1935, a mediodía, los soldados
bolivianos pudieron salir de sus trincheras para dialogar con los paraguayos,
pudieron ver al fin contra quién combatían. Ese mediodía, de hace 86 años, se
dieron cuenta de que no se trataba de un enemigo, sino de un vecino, de un
hermano.
Roberto Querejazu Calvo resume el sentimiento que debieron
acoger los soldados bolivianos y paraguayos cuando se pudieron, por fin, ver y
abrazar, en su obra “Masamaclay”, que en guaraní significa “lugar donde
pelearon dos hermanos”.
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