En otros tiempos, la palabreja “crudo” era del uso particular de don
Juan Lechín. Cuando alguien incurría en una aberración o cometía alguna
tontería, “no seas crudo”, le decía el dirigente. No siempre como reproche sino
más bien en tono humorístico. ¿Será necesario decir que Bolivia es el país de
los “crudos”, y que el vocablo de marras se ha quedado aunque el inventor se
haya ido? Y no del todo, claro está, los otros de hoy reemplazan a los de ayer.
Cuesta creer, por ejemplo, que el no hacer nada o hacer muy poco; es
decir, la ociosidad, es mala consejera, puede inducir al robo. Es un fenómeno
psicológico que se produce en las cárceles donde no hay nada que hacer. A lo
mejor ese es el origen de la belicosidad entre los reos, y también para
impulsar camorras en el Legislativo. En la politiquería no necesitan entrar
siquiera a la cárcel; roban desde fuera.
La pandemia parece haber incrementado ese mal. Pero fue también una gran
limitante de la vida: “No salgas; quédate en casa”. Y si sales: “no te conozco;
no me toques”. Pero el suceso más original es que el invierno se puso a la
orden ministerial; a fines de junio terminó el frío más intenso del año. Antes,
el receso escolar para evitar enfermedades –y no porque estaban cansados– se
iniciaba en julio. Es que las autoridades de ayer eran menos inteligentes.
También llegaron los crudos a la Policía. De hoy en más estará más
subordinada a la estructura cupular de los gobiernos. Lo que suceda en esos
ámbitos sucederá también en la institución verde olivo; a ese vaivén político
estará expuesta la institución. Pero ya no se romperán misteriosamente las
cadenas de mando como en Chaparina. Menos se repetirá aquella epopeya de
noviembre de 2019, cuando los policías se alzaron contra el tirano.
Por lo visto, hay en materia de leyes una laboriosidad sorprendente. En
estos días se lanzó, desde el macro sindicato plurinacional, una ley contra la corrupción
(parece que ya es la tercera) y se repitió, una vez más, aquella broma
conocida: “caiga quien caiga; corrupción cero”. En realidad, no hay quien le
ponga el cascabel a ese gato. Los que se hacen, parece que son más gatos
todavía. Se investiga, claro; pero sólo a los que no son azules. Por lo demás,
será difícil extirparlo, porque había sido muy antiguo que ya en 1824, en
Pativilca, el Libertador Bolívar –al darse cuenta– emitió un decreto mediante
el cual determina la pena capital para los que roben del Tesoro Público.
Hoy, igual que ayer, igual que siempre, la tenemos a la vista la
cleptomanía. Una ONG denominada Transparencia Internacional tiene anotado el
nombre del país en un lugar no muy honorable que digamos. Aun sin eso, en un
rápido vistazo podemos constatar que todos los gobiernos amplían la lista negra
con nombres de sus propios militantes. En este momento, alguien se está
llevando dineros del Estado. Así de grave es la cosa.
El autor es ciudadano de la República.
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