AFP
El objetivo de este estudio de intervención, que comenzó el
lunes, es probar la vacuna a gran escala, incluso antes de su aprobación.
«No es lo mismo que yo se lo haga a un paciente que me lo
pongan a mí», dice nerviosa María Ruiz, una de los 150.000 trabajadores de la
salud que recibieron la vacuna cubana contra el coronavirus, la primera
concebida y desarrollada en América Latina.
«Pero siempre que sea por el bien mío y para el bien de la
sociedad, aquí estoy», añade orgullosa esta enfermera de 48 años, que acudió
con su uniforme blanco y su cofia para recibir el antígeno en la policlínica
Corynthia, en La Habana.
El objetivo de este estudio de intervención, que comenzó el
lunes, es probar la vacuna a gran escala, incluso antes de su aprobación, entre
médicos, enfermeras, técnicos y hasta los trabajadores de mantenimiento de los
centros de salud.
En el mundo, otras vacunas como la rusa Sputnik V también
fueron administradas a amplios grupos de población antes de concluir sus
ensayos clínicos.
A diferencia de los estudios clásicos, en este «no se
utiliza placebo, aquí es vacuna directa», explica el doctor Osiris Barbería,
vicedirector de Epidemiología de la clínica, situada en el corazón del barrio
del Vedado.
Y «¿por qué los trabajadores de la salud? Porque somos los
que estamos más pegados al paciente infectado, es decir, en el frente de
batalla», asegura.
Apuesta
La búsqueda de una vacuna propia contra el coronavirus
comenzó en abril de 2020 y no tardó en convertirse en una cuestión de orgullo
nacional en Cuba, una isla bajo embargo estadounidense que se vio forzada a
desarrollar sus propios inmunizantes desde la década de 1980.
Ante la pandemia, la apuesta pudo parecer arriesgada: no
intentó negociar la compra de vacunas a los grandes laboratorios ni
beneficiarse del sistema Covax, que garantiza el envío de dosis a los países
pobres.
Sin embargo, el país cuenta con cuatro vacunas en distintas
etapas de ensayos clínicos, dos de las cuales, Soberana 2 (utilizada en este
estudio de intervención) y Abdala, están en la recta final, la fase 3.
Si cualquiera de ellas recibe la autorización final, sería
la primera vacuna contra el coronavirus concebida y producida en América
Latina.
Estos candidatos vacunales son de proteína recombinante, la
misma técnica utilizada por la empresa de biotecnología estadounidense Novavax.
De recibir la luz verde, Cuba espera iniciar la campaña de
vacunación en junio, poniendo en marcha previamente estudios de intervención
para empezar a inmunizar a su población.
Casi todos los habitantes de La Habana (2,1 millones)
deberían estar vacunados ya en mayo, y las autoridades pretenden que seis
millones de personas, más de la mitad de la población cubana, estén inmunizados
a principios de agosto.
«Imagínese que en corto tiempo, un país bloqueado, con
tantas necesidades, hemos logrado una vacuna de calidad», se enorgullece el
doctor Barbería y subraya que la participación en el estudio de intervención es
voluntaria.
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