Nuevamente en América Latina se ha desatado una especie de competencia
de quién tiene la dictadura más arbitraria y cruel. Ahora, en un acto sin
precedentes, le toca el primer lugar al régimen de Nicaragua que ha apresado
–no se sabe con qué cargos– a cuatro candidatos presidenciales opositores para
las elecciones del próximo 7 de noviembre. Con esto queda claro el propósito
continuista de Ortega y Murillo.
Los detenidos son Cristiana Chamorro Barrios, Arturo Cruz, Félix
Maradiaga y Juan Sebastián Chamorro. Entre los apresados también se cuentan dos
exvicecancilleres, dos exguerrilleros sandinistas disidentes, un exdirigente
empresarial, un banquero, cuatro activistas y dos excolaboradores de una ONG.
Los atropellos fueron frecuentes en nuestra región, y siguen; aunque
este es el único caso en que se encarcela a todos los candidatos presidenciales
opositores. Las otras dictaduras prefieren el fraude con el fin de perpetuarse
en el poder. En efecto, en la historia de América Latina hubo ese afán
continuista a toda costa; los recientes: los Castro en Cuba, Hugo Chávez y
Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. Lo sucedido en Nicaragua,
sin embargo –hay que repetirlo–, es único. Ortega, antes de terminar su primer
período ya había presionado a las instituciones para que se acepten candidatura
continuista.
El régimen de Ortega ha llegado a los mayores excesos contra los
derechos humanos y los principios democráticos. Antes de este grave abuso se
había extendido la preocupación por las persecuciones a estudiantes y
opositores, reprimidos y muertos por la policía “sandinista”. Esto indujo a
varios países a condenar la violencia desatada por la dictadura. Un presidente
no solo la condenó, sino que expresó que el actual régimen nicaragüense es un
peligro para su país.
Los recientes atropellos de la dictadura de Ortega fueron considerados
en el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos. (OEA),
que aprobó la resolución Situación en Nicaragua. En ella resolución
se condena inequívocamente el arresto, acoso y restricciones arbitrarias
impuestas a los aspirantes presidenciales y a partidos políticos de la
oposición, y a medios de comunicación. En efecto, hay gran alarma por el mayor
deterioro del entorno político en Nicaragua. También la OEA demandó reformas
electorales para garantizar que los comicios de noviembre se desarrollen en
forma libre y transparente.
El voto de Bolivia contra esta resolución de condena a la dictadura
nicaragüense, no pudo ser más desafortunado. Junto a nuestro país solo votaron
negativamente San Vicente y las Granadinas y, por supuesto, la delegación de la
dictadura de Nicaragua.
¿Qué significa para Bolivia ese voto en favor de Ortega?: que el
Gobierno del MAS respalda una feroz tiranía, y que el presidente Luis Arce
Catacora, continuando con los abusos del jefe de su partido, Evo Morales, no
puede tirar la primera piedra puesto que, con igual conducta reprobable, está
empeñado en enjuiciar a todo opositor. Y lo peor: tiene injusta y abusivamente
encarcelada a la expresidente Jeanine Áñez.
El autor es exembajador de Bolivia..
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