A lo largo de la
historia, la sociedad patriarcal ha sido base fundamental para la crianza y
enseñanza a la niñez y adolescencia. Pero a pesar de esto, la mujer, conforme
pasaba el tiempo, empezó a alzar la voz en contra de este sistema de
imposición y dominación. Desde el momento en el que un ser humano nace, se le
explica en base a estereotipos que suponen distintos roles de comportamiento,
que la niña es el sexo débil y el niño es el sexo fuerte, por ejemplo.
De igual forma,
cuando crece bajo estos parámetros, el hombre puede tener una vida sexual
activa, mientras que la mujer está coartada en su sexualidad como si su único
propósito fuese el de concebir vida. En la Biblia, se lee cómo Eva, al comer
la manzana prohibida, condenó a todas las mujeres a un sufrimiento que en el
futuro serán la menstruación y el parto. Con este pensamiento, las personas crecen
con cierta repulsión hacia ello, incluyendo el personal médico, y esto
provoca que se cometa la violencia obstétrica.
La violencia
obstétrica llega a ser un abuso físico, sexual o verbal, que se produce
principalmente en el momento del parto, como si este fuera un acto de
humillación. No es extraño escuchar testimonios de mujeres a las que se
obliga a parir sin anestesia, junto al comentario “eso debiste pensar antes de
tener sexo”.
Entre otros
comentarios ofensivos y agresiones de índole sexual, son sometidas a
procedimientos médicos sin consentimiento, como la episiotomía innecesaria y
la cesárea forzada, entre otros. También son obligadas a aguantar el dolor
físico, o extenderlo hasta que llegue el médico.
La mujer no se
convierte en un ser superpoderoso al dar a luz, y tampoco debería ser
castigada por ello, pero parece que la gente se empeña en darlo a
entender como tal, forzando el consentimiento de la mujer o dando información
deficiente y, en algunos casos, reteniendo a la madre o al bebé si no tiene
dinero para pagar el procedimiento, como si fueran objetos y no seres humanos.
La ONU reconoce la
violencia obstétrica desde el 2009, aun así, hay gente que no identifica su
existencia y mira todo lo que tiene que ver con este tema, con rechazo o asco.
El tener la menstruación y el dar a luz no son acciones que van más allá de
la realidad biológica de ser mujer, mucho menos para sentir asco. Tampoco se
debe sentir la obligación de padecer dolores o culpabilidad por ejercer tu
derecho a la libre sexualidad. El estar embarazada, a cualquier edad o
circunstancia, no debería ser criticado porque la gente llega a verlo como un
castigo por haber tenido relaciones sexuales, además de tachar de tontas a las
mujeres.
En Bolivia, más
del 60% sufre este tipo de violencia, especialmente en los hospitales
públicos, donde el no ser atendidos o tratados de esa manera está muy
normalizado. No tener recursos, ser mujer y tener cierta edad no le
da derecho a nadie a tratarnos con violencia.
El conocer en qué
consiste la violencia obstétrica puede reducir este porcentaje porque muchas
mujeres no se enteran de lo que sufrieron, ya que se lo normaliza, en especial
por la manera que fuimos criadas. El ser mujer no es motivo para sufrir ningún
tipo de violencia, y el reconocerlo es una manera de poder pararlo. El machismo
está presente día a día, inclusive en el momento de dar a luz o con cuidados
básicos, motivo por el cual la mujer llega a creer que estas prácticas son
correctas, cuando ninguna debería verlo como normal. Basta de anécdotas,
empecemos a levantar la voz y a pedir justicia.
#ForoFeminista
María José Guillén Gisbert
Estudiante de
comunicación corporativa y activista feminista.
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