El 12 de junio se recordó el alto al fuego en la Guerra del Chaco. Los
habitantes que fueron a la guerra desde todos los confines de nuestra
geografía, llegaron al Chaco como combatientes y volvieron bolivianos
dolorosamente comprometidos con la necesidad de un cambio.
Estamos en deuda con esa generación que prácticamente ha desaparecido
físicamente y, sin embargo, le debemos la creación de la consciencia nacional y
el permitirnos abrir los ojos. Los combatientes del Chaco fueron, después,
combatientes de la revolución nacional de 1952, máuser al hombro. Como dice
Gustavo Fernández, fueron combatientes que habían aprendido a disparar y así
hicieron valer el ejercicio de la ciudadanía que habían intentado desconocerles
con un fraude electoral y un golpe de Estado.
Bolivia ha pasado por momentos durísimos durante el siglo XX, una guerra
internacional y una revolución, amén de otras rupturas y violaciones del Estado
de derecho y las garantías de las personas. El recuerdo de ambos hechos debiera
servir para comprometernos con quienes dejaron su vida, materialmente, en un
espacio que era desconocido para la mayoría, pero en el que se jugaba algo más
que un pedazo de territorio.
En eso de las deudas, Boquerón, es parte de la historia de nuestra vida
nacional que todavía no comprendemos bien. El 29 de septiembre de 1932 cayó el
fortín Boquerón en poder del ejercito paraguayo. La fecha es feriado nacional
en el Paraguay y existe la tradición por parte de los estudiantes, de realizar
un viaje de fortalecimiento cívico al lugar, por lo menos una vez durante sus
estudios. El coronel José Félix Estigarribia, al mando de no menos 12.000
soldados paraguayos, participó de la operación.
En el lado boliviano, el coronel Manuel Marzana al mando de 638
soldados, cinco suboficiales, 22 oficiales y cinco jefes, detuvieron al
ejercito paraguayo durante 20 días. Esta extraordinaria hazaña está relatada en
la película de Tonchy Antezana Juárez. Es un relato hermosamente realizado que
debemos admirar con recogimiento para que, superada la guerra y el
enfrentamiento entre hermanos, sirva de estímulo a la creación de la Bolivia
que hoy necesitamos.
Como testimonio, en Boquerón, en una sola tumba descansan los cuerpos
del capitán Tomás Manchego, boliviano, y el teniente 1° Fernando Velázquez,
paraguayo; amigos en el infortunio, pidieron si morían en batalla, ser
enterrados juntos.
Hay una relación directa entre la Guerra del Chaco y la Revolución del 9
de abril que plantea la construcción de la nación por encima de la colonia,
siguiendo a Carlos Montenegro. En la guerra, se templó el espíritu, en la
segunda, se abrieron las puertas a la modernidad, la ciudadanía, las mujeres,
el territorio, las ciudades, el control de los recursos naturales.
Durante la revolución nacional, basada en el Plan Bohan, una generación
planteó el desarrollo de la patria mirando hacia el oriente. La Corporación
Boliviana de Fomento, bajo la conducción de Alfonso Gumucio Reyes y Adolfo
Linares Arraya, realizó el trabajo. Santa Cruz aportó una historia construida
laboriosamente desde Andrés Ibáñez, el ====Memorándum de 1904====, las
mutuales, las cooperativas, el movimiento reivindicatorio cívico, el comité de
obras públicas, los planes de desarrollo, urbanos y territoriales. La
combinación de ambos, capacidad y disponibilidad social y organizativa, sumadas
las regalías, y los recursos estatales, produjeron esta oportunidad que hoy
tiene Bolivia de enfrentar la crisis.
Después de tantos años, tengo la sensación de que debemos terminar un
trabajo inconcluso; Bolivia no conoce bien a Santa Cruz cuando es aquí donde
trabajamos cotidianamente personas de todos los departamentos; y quienes
vivimos aquí, no hemos terminado la narrativa que permita conocernos más, desde
la complementariedad, el afecto, el respeto y la ternura...
Los bolivianos que vivimos en Santa Cruz, tenemos un hermoso oficio por
delante. Se lo debemos a la Guerra del Chaco, a la revolución nacional y a la
capacidad humana que se había comprometido consigo misma, de ser “un río puesto
de pie”, como dijera nuestro poeta, Otero Reiche.
El autor es director de Innovación del Cepad.
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