Las
personas no vacunadas tendrían un riesgo del orden de 12 veces superior de
transmitir el virus que aquellos que sí se han vacunado.
El pasado 6 de agosto los Centros para el Control y la Prevención
de Enfermedades de EE. UU. emitieron una recomendación sobre el
mantenimiento de mascarillas en interiores. Se basaban en un informe en el que
se hablaba de que los vacunados tenían la misma carga viral en sus vías
respiratorias altas que los no vacunados. Desde entonces, la polvareda que se
ha levantado al respecto ha sido considerable. Algunos han aprovechado, en un
alarde de imprudencia falaz e insensata, para asegurar que, si esto es así, la
utilidad de vacunarse queda en entredicho.
El informe de la discordia
En el informe del pasado 6 de agosto, la agencia americana
mostraba un estudio realizado con datos del estado de Massachusetts, en el que
se analizaban 469 personas positivas en covid-19 en dicho estado y en el que un
74 % correspondía a pacientes ya vacunados. El gráfico más polémico es el
que se muestra abajo.
En él se observa que en el grupo de personas vacunadas se
detecta la misma cantidad de virus en la garganta y vías altas que en aquellos
no vacunados. Es decir, que tienen similares cantidades de ARN viral.
La conclusión más inmediata, y de la que se han hecho eco muchos
medios, es que las personas vacunadas contagian igual que las no vacunadas.
Esto no es exactamente así.
Carga viral y contagiosidad
Hasta el momento, las técnicas moleculares de detección de ARN
del virus a través de la tecnología de RT-PCR y los test de detección de
proteínas y antígenos virales son los principales métodos de detección del
virus SARS-COV-2. Su principal objetivo es el diagnóstico de pacientes infectados.
Ambos presentan limitaciones y ventajas según uso, frecuencia y estado del
paciente, sintomático o asintomático.
En relación con la RT-PCR, varias son las publicaciones donde se
muestra que el valor de Ct, o la carga viral relativa, a nivel individual,
no puede predecir la transmisibilidad del virus.
Por otro lado, los test de antígenos presentarían como principal
limitación el elevado porcentaje de falsos negativos (el cual podría ser
incluso mayor frente a las variantes) de los mismos durante el periodo de
incubación o estado presintomático del paciente infectado según datos
recientes.
Una revisión reciente analiza si las técnicas de RT-PCR y
los test de antígenos podrían predecir la infectividad del virus SARS-CoV-2. Su
conclusión es que, por el momento, ninguna de estas técnicas por sí solas
podrían predecir la capacidad de contagio del paciente. Por lo tanto, sería
necesario establecer un contexto clínico asociado a los síntomas y el tiempo de
evolución para informar sobre la interrupción del aislamiento en pacientes con
covid-19.
Además, sería necesario desarrollar un método sensible y rápido
para detectar la presencia de virus con el fin de identificar a las personas
asintomáticas y presintomáticas, que pueden tener una carga viral baja pero que
aún pueden ser infecciosas. Resultados preliminares esperanzadores han sido
obtenidos a partir de técnicas moleculares utilizando muestras de saliva.
Vacunas intramusculares e
intranasales
Las vacunas actuales, de administración intramuscular, actúan a nivel sistémico. Entrenan al organismo y lo dotan de instrucciones para que seamos capaces de generar defensas que nos protejan ante una posible y futura exposición al virus, una vez ya ha infectado a la persona y penetrado en el organismo. Son extraordinariamente efectivas para evitar que, aunque adquiramos el virus, este nos enferme; pero no están diseñadas para evitar que nos infectemos.
De otro mecanismo diferente son aquellas vacunas que se
administran vía intranasal, como la que está desarrollando el CSIC. Estas
actúan previniendo la infección en buena medida. Para ello, facilitan la
expresión de cierto tipo concreto de anticuerpos, llamados IgA. Al administrar
la vacuna por vía nasal, justo en la puerta de entrada del virus –la mucosa
oral y respiratoria–, se generan esas IgA que neutralizan al patógeno justo
antes de entrar al cuerpo. Esto previene la infección.
Esto no ocurre teóricamente con vacunas intramusculares porque
actúan a otro nivel.
Nos vendrían muy bien vacunas que bloqueasen completamente
la infección para que, una vez vacunados, tampoco fuéramos capaces de
transmitirla o, dicho de otro modo, de ser contagiosos para otros. Esto, en
mayor o menor medida (mucho menor probabilidad de que esto ocurra si estamos
vacunados que si no lo estamos), sí que ocurre ahora. En China, la empresa
CanSino ya tiene publicados los resultados del ensayo clínico de fase
I de su vacuna aerosolizada de vector viral.
Pero no deberíamos subestimar las vacunas actuales. Ya
tenemos datos preliminares de que incluso las
intramusculares generan ese tipo de anticuerpos, las IgA, en saliva y
mucosa oral, aunque sean más propios de las vacunas intranasales, más enfocadas
a defendernos en la misma puerta de entrada del virus.
¿Es verdad que los vacunados
pueden contagiar igual que los no vacunados?
A pesar de que inicialmente las vacunas que están disponibles
actualmente no han sido diseñadas para prevenir la infección, ahora sabemos que
todas tienen en cierta medida esa capacidad tras la pauta completa.
En un estudio realizado por el Instituto Pasteur
recientemente, los investigadores han estimado que las personas no vacunadas
tendrían un riesgo del orden de 12 veces superior de transmitir el virus que
aquellos que sí se han vacunado.
En otro estudio, realizado en Estados Unidos con 204 sanitarios
que atendían a pacientes en primera línea y que fueron positivos, las vacunas
de ARNm fueron altamente efectivas en prevenir la infección por SARS-CoV-2.
Solo se detectaron 5 casos en personas completamente vacunadas, quienes
mostraron una menor carga viral, magnitud de los síntomas y duración de la
enfermedad con respecto a los parcialmente vacunados o no vacunados.
En esta línea, un trabajo del Imperial College de
Londres (Reino Unido), en una situación de variante delta mayoritaria, las
personas completamente vacunadas tendrían una reducción del 50-60 % del
riesgo de infección (incluso asintomática) frente a no vacunados.
Aquí en España, un estudio realizado entre personal sanitario
y sociosanitario, las personas vacunadas mostraron una reducción del riesgo de
infectarse de entre 80-90 %.
Asimismo, en Holanda, una investigación realizada para
analizar la efectividad de la vacuna para evitar la transmisión entre vacunados
y contactos cercanos del hogar concluyó que éstas mostraban un efectividad
contra la transmisión de alrededor del 70 %.
Es decir, las personas vacunadas completamente son menos
contagiosas que las que no se vacunan, y además, según datos compartidos
hace unos días, todavía pendientes de revisión por pares, los vacunados
eliminarían de su organismo el virus de forma mucho más rápida que
los no vacunados. Esto incluso en presencia de la variante delta predominante.
En otras palabras, si se ha vacunado, va a ser bastante menos
contagioso para otros que si no lo ha hecho. El virus se elimina de su cuerpo
más rápido. Incluso si su infección es por delta.
¿Siguientes pasos?
A la vista de los resultados observados, parece claro que las
vacunas actuales, a pesar de que no estaban pensadas para ello, son capaces de
evitar en cierta medida la transmisión del virus entre personas vacunadas. Hay
discrepancias en los datos, seguramente debidas a las diferencias entre las
poblaciones en las que se estudia este punto, las variantes circulantes, la
prevalencia de vacunación y otros factores.
Se desconocen los mecanismos concretos que ocasionan este hecho.
Uno de ellos podría ser la presencia de IgA en saliva y mucosa oral tras la
administración, aunque no podemos estar seguros. Faltan datos para asegurarlo.
En todo caso, que seamos capaces de disminuir la transmisión
entre personas vacunadas nos va a ayudar a controlar de forma más rápida la
pandemia, sin menoscabo del cumplimiento de otras medidas como el uso de
mascarillas en interiores, ventilación y otras medidas no farmacológicas.
No olvidemos que las medidas que tomamos tienen un carácter
aditivo, es decir, sus efectos se van sumando. A pesar de la extraordinaria
utilidad de las vacunas como herramienta de control de la pandemia, el
porcentaje global de vacunación aún debe subir más. No olvidemos que estamos en
una etapa de la pandemia en la que la variante delta, mucho más transmisible y
con una dominancia dirigida sobre todo por su diseminación desde
asintomáticos y/o presintomáticos, nos obliga a estar vigilantes y proactivos.
Si queremos acabar con esta pandemia, debemos proporcionar acceso a las vacunas
a países y zonas sin esa posibilidad en la actualidad.
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