Un vehículo se incendia en una gasolinera, la madrugada del martes 13 de diciembre, tras los enfrentamientos entre policías y partidarios del presidente Jair Bolsonaro que protestaban por el arresto de un líder indígena en Brasilia.
Manifestantes de extrema derecha, seguidores del presidente
Jair Bolsonaro, causaron graves disturbios anoche en el centro de Brasilia,
para protestar por el arresto de un instigador de actos a favor de un golpe de
Estado.
Los bolsonaristas trataron de acceder por la fuerza a un
edificio administrativo de la Policía Federal, en el centro de Brasilia, pero
fueron rechazados por las fuerzas de seguridad.
Los disturbios se extendieron por un sector de hoteles
vecino a la sede policial, en la zona donde se ubica el hotel donde se hospeda
el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien asumirá el
poder el 1 de enero.
La Policía montó un dispositivo de seguridad especial en
torno al hotel e incluso desplazó un helicóptero al edificio, pero el
presidente electo finalmente no fue evacuado.
Tras controlar la situación en las calles, el futuro
ministro de Justicia en el gabinete de Lula, Flávio Dino, garantizó que Lula
está "seguro" y "en ningún momento" estuvo expuesto "a
algún riesgo".
Vehículos incendiados
Los manifestantes prendieron fuego a varios vehículos,
incluidos automóviles que estaban aparcados en las inmediaciones del edificio
de la Policía Federal, y varios autobuses urbanos.
Unos manifestantes empujaron un autobús hasta dejarlo
colgado en el borde de un viaducto que superpone dos de las principales
avenidas de la capital.
Otros radicales causaron daños en una gasolinera cercana,
donde prendieron fuego a un automóvil.
Las autoridades locales hasta el momento no han realizado un
balance de daños, ni han informado si ha habido detenciones por los disturbios,
que fueron controlados unas tres horas después de que estallara la violencia,
por la caballería y agentes de la Policía que usaron balas de goma y gases
lacrimógenos.
Por una detención
La protesta fue una respuesta a la detención de un cacique
indígena de ideología bolsonarista, que está acusado de instigar protestas de
cariz golpista.
El cacique José Acácio Serere Xavante fue detenido por orden
de un magistrado del Tribunal Supremo, por sospechas de que organizó
"manifestaciones antidemocráticas en diversos lugares de Brasilia",
incluyendo la invasión al aeropuerto de la capital la semana pasada por parte
de un grupo de indígenas.
Estando detenido por la Policía Federal, Xavante pidió a los
manifestantes que cesen hechos violentos como el "incendio de automóviles
y el ataque contra la Policía Federal" en un video enviado a los medios de
comunicación.
Silencio del Gobierno
El futuro ministro de Justicia, Flávio Dino, prometió en una
rueda de prensa que todos los implicados en actos de vandalismo "serán
responsabilizados".
En cambio, ninguna autoridad del Gobierno liderado por
Bolsonaro condenó los ataques hasta entrada la madrugada.
El único pronunciamiento por parte del Gobierno partió del
ministro de Justicia, Anderson Torres, que dijo en redes sociales que
"todo será investigado y aclarado" y garantizó que la Policía Federal
colaboró con las autoridades locales para "contener la violencia y
restablecer el orden".
Horas antes de los incidentes, Bolsonaro se acercó a alentar
a un grupo de centenares de manifestantes que se concentraban a las afueras del
palacio de Alvorada, su residencia oficial.
En esa ocasión, Bolsonaro no habló, pero estuvo al lado de
un sacerdote que gritó consignas contra Lula a los extremistas, que desde hace
un mes se concentran frente a los cuarteles para pedir a los militares que den
un golpe de Estado.
El pasado viernes Bolsonaro habló por primera vez a sus
seguidores, después de haber guardado silencio por cerca de 40 días, y les
instó a dejar de pedir la intervención de los militares y que piensen "qué
pueden hacer cada uno de ellos por la patria".
Los disturbios sucedieron en el día que Lula recibió el
diploma que le acredita como presidente electo, un trámite previo a la
investidura, que está prevista para el próximo 1 de enero.
Desde la segunda vuelta de las elecciones, celebradas el 30
de octubre, Bolsonaro no ha reconocido su derrota públicamente ni ha felicitado
a Lula, quien venció por un estrecho margen de menos de dos puntos
porcentuales.
Sin embargo, Bolsonaro sí ha permitido que se ponga en
marcha la transición de Gobierno.
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