Raúl Pino-Ichazo Terrazas
Todo
el mundo sensible está profundamente preocupado y en estado de empatía por las
mujeres afganas, por la brutal violencia de los talibanes que, además de
restringir toda libertad sexual y de apariencia en el vestir que es un derecho
fundamental, ahora, estos sujetos dominados por la demencia, osan prohibir la
actividad deportiva. Más grave aún es el fin de la educación para mujeres en
las universidades privadas que deben colocar un biombo en las aulas para
separar a los hombres y mujeres, asignando preferencia a los hombres. También
quedan conculcados para las mujeres el derecho a la educación, al trabajo y a
la participación en la política. Los talibanes han creado un ministerio de la
virtud y represión al vicio. ¿Será una virtud discriminar cruelmente a las
mujeres? El Sharia que lo presentan como excusa de tan irracionales medidas es
muy ambiguo en su interpretación. ¿Quién debe corregir estos ilícitos contra la
mujer que zahieren sus derechos fundamentales? Es el mundo que debe restringir
la ayuda internacional a los talibanes, empero, para recibirla aquéllos alegan
que se destina para el pueblo.
Los talibanes harán caso omiso a las posibles
sanciones que le puedan imponer por estos extravíos mentales contra la mujer,
mientras otros países de la misma mentalidad religiosa como Pakistán, Catar y
otros no fijen las líneas rojas respecto al tratamiento a las mujeres.
No corresponde a la condición humana introducir la
violencia, discriminación, crueldad y desprecio al ser más importante de la
creación por la sola consigna de un misticismo religioso aberrante. La mujer
tiene enemigos por insensatez, por dogmatismo, racismo y discriminación; son
aquéllos que no entienden ni entenderán la dimensión de la justicia y
pertinencia de las demandas de igualdad plena.
Los talibanes no son mentalmente capaces de
liberarse de su estado larvario de obrar solo por instinto, censuran la mujer
por su inconformismo y dejar su rol sumiso y dependencia al hombre; sin
embargo, la necesitan como objeto sexual debido a su limitación de poder
conquistarla con sus propias virtudes y respeto inmaculado a ella. La única
manera de relacionarse con una mujer es por la fuerza que genera maternidad y
vástagos que pensaran igual que su progenitor.
El valor de la mujer en esos ámbitos geográficos
tan difíciles se demuestra en sus esfuerzos intelectuales silenciosos, aquéllos
que los soporta y sufre con amor por su indeclinable e inderogable inclinación
hacia la igualdad y a la verdad.
Estas injusticias, intolerancia y crueldad
demostrada hacia las mujeres en el pasado y, paradójicamente en la actualidad,
debido a que se cree en el progreso sociológico, empero, mientras no se
consolide la igualdad plena de las mujeres, aquel presunto progreso es una
quimera.
Raúl
Pino-Ichazo Terrazas es Abogado.
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