Mónica Briançon Messinger
Los 20 de julio, desde hace 52 años, marcan el “pequeño”
paso de un hombre, pero un gran salto para la humanidad. Fue cuando el astronauta
Neil Armstrong llegó a la Luna y caminó sobre su superficie. Gracias a esa
pisada, tenemos el horno microondas, el velcro, el GPS, lentes de contacto y el
láser, objetos e instrumentos corrientes que no existirían si no hubiera sido
por las tecnologías desarrolladas para la exploración espacial.
La fruta deshidratada también empezó siendo para
astronautas. Los ledes que se usan para fisioterapia se empezaron a usar en la
NASA para el crecimiento de plantas en las naves espaciales. Los detectores de
humo, lentes con protección UV, termómetros infrarrojos para los oídos son una
parte de los aportes de la carrera por la conquista espacial.
En tres años, para el 2024, la NASA ha programado una
nueva misión para regresar a la Luna y en la tripulación habrá, al menos, una
mujer. Será un pequeño paso para una mujer, un gran paso para el feminismo. La
misión se llamará Artemisa, diosa de la Luna en la mitología griega y hermana
melliza de Apolo.
Posiblemente Bolivia envíe a algún corresponsal (o a
varios) para “cubrir” el evento, tal como sucedió con José Nogales, quien
transmitió el alunizaje desde Cabo Cañaveral. No se vio por televisión. Sólo se
escuchó por radio. Medio siglo después podremos ver la llegada de la mujer a la
Luna, por televisión o por las redes sociales, sin necesidad de un
corresponsal.
Ese hecho será histórico y ocupará grandes titulares. No
como los que toca leer en Bolivia, en 2021: En Camargo (Sucre)
ocultaron una ambulancia siniestrada y alquilaron otra para presentarla como
reparada. O noticias como esta de Arani (Cochabamba) y respecto de la
vacuna contra la Covid-19: “ellos creen que si te vacunas vas a morir más
rápido y otros incluso se creen eso de que te volverás hombre lobo”. Y este en
La Paz: “Informe revela ‘tráfico’ de exámenes para cargos directivos en
Educación. Los datos apuntan al ministro Adrián Quelca y al director de
Formación Técnica, Agustín Tarifa, quienes entre enero y mayo por medio de la
red social enviaron los bancos de preguntas a sus partidarios”.
Mientras tanto, la NASA informaba en diciembre de 2018
que la deforestación en Bolivia aumentó un 167% respecto al año anterior y que
el país se encuentra entre los 10 que más deforestan en el mundo. La quema
controlada goza de la venia del gobierno de Arce Catacora y la tierra quemada
será para ganadería y agricultura. Así perdemos bosques, biodiversidad y aire
puro. Y mientras en el “imperio” se celebra el avance científico, en Bolivia
estamos fuera de órbita. Todo por un manejo irresponsable y prebendalista de tierras
vírgenes. Bolivia ha dado un pequeño paso, pero hacia atrás.
La autora es periodista.
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