Amanecer de domingo en una frontera dizque “cerrada”; decenas de
jóvenes varones, mujeres, niños junto a bebés en brazos caminan por la carretera,
por el acento caribeño y sus atuendos, supongo que son venezolanos. La caminata
entiendo es para sortear el control militar que se encuentra varios
kilómetros delante.
El amanecer está muy frío, cuando encontramos un café con
marraqueta y queso. Una señora se acerca con un bebé en los brazos; lloran
ambos, la mamá y el bebé en los brazos. Nos cuenta que el bebé no deja de
llorar desde la noche; ella cree que puede ser la altura y nos pregunta qué
hacer. Nos miramos sin saber muy bien qué responder, le sugerimos que le dé
unas cucharaditas de mate de coca.
En el poblado urbano, las decenas de venezolanos se mezclan con
otro grupo compacto también que según dicen son haitianos. Ambos grupos
entiendo utilizan al país como un puente para otros destinos. Varios minibuses
los “cercan”, tienen vidrios oscuros, algunos trasladan a los visitantes, los
otros van repletos de “contrabando”.
En Migración del lado boliviano, pregunto a qué hora abren la
frontera. Me responden que es solo con permiso consular. A 200 metros, unos
botes sin descanso llevan de un país a otro a viajeros y montañas de
contrabando. La Policía, Aduana y Migración de ambos países están al tanto; un
absurdo más, en este caso de fronteras inventadas que sobre todo son mentales.
En el país vecino, un grupo de cuatro jovencitos caribeños
tratan de calentarse al sol. No hay duda de su procedencia, están con poleras,
chancletas, una frazada en la mano y un morral dotado por el gobierno
venezolano, es todo lo que llevan consigo. Más de 6 millones son refugiados y
migrantes en el mundo (uno de cada cinco venezolanos), según la ACNUR y la OIM.
No pienso en los haitianos, creo entender por qué se van. Sin
embargo, luego de lo vivido en la frontera y de conocer las noticias de
Iquique, las preguntas que se me vienen a la cabeza es: ¿Será tan malo lo que
viven en su país, que se aventuran a sufrir lo que están sufriendo lejos de
casa?, ¿por qué no se quedan a resolver como fuera los problemas en su país?,
¿por qué los gobiernos “hermanos” y amigos no hacen algo, en lugar de hacer la
vista gorda?
SERENDIPIA
DINO PALACIOS
Doctorante en Ciencias Políticas y Jurídica.
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