RAÚL PINO- ICHAZO TERRAZAS
La codicia es uno de los irrefrenables sentimientos que persiguen a las personas en pos de enraizarse en ellas y constituirse en actitud, entonces, se transforma en codicia social que consiste en experimentar un apremiante deseo de adquirir un status o situación social o algún valor cultural.
La codicia política es la más peligrosa y perversa, pues cuando se la consigue se dispone de poder y oportunidades para ingresar a la corrupción. ¿Cómo se evitaría esta degeneración de la política?, simplemente siguiendo invariablemente las enseñanzas de los antiguos griegos que antes de asumir un cargo político o público juraban solemnemente “solo servir al pueblo” y, cumplían, pues servir al pueblo era para ellos un apostolado.
Cuando la política rige la acumulación de riqueza se crean sociedades en constante progreso, pero insensibles a las mayorías, además que ese paroxismo de progreso les conduce a no saber hacia dónde progresan, por ello el progreso no debe ser ciego sino distributivo y la riqueza debe repartirse en diferentes modos e inmediatamente a la población más necesitada para que pueda mejorar su condición.
La codicia de conocimiento que tiene su origen en el vocablo latino curiositas, quizá sea el único caso de codicia que ostenta justificativo, pues es conocido que el conocimiento es poder, siempre que no sea a costa de los demás. También la codicia por conocimiento tiene vertientes con el poder y el rendimiento.
Erich Fromm decía “el hombre puede ser codicioso y el resultado es un vacío espiritual”, como fundamento de la hipotética situación de las personas que ingresan a una desproporcionalidad a causa de su codicia que no encuentra límite ni se satisface, estado que Jean Paul Sartre lo establece como “la codicia del hombre es ser Dios”.
La codicia tiene otras connotaciones negativas y su origen reposa en la mitología si retrotraemos a la memoria el relato del Rey Midas al cual solo le apremiaba la posesión del oro.
¿Cabría la calificación de emocional a la codicia o es solo un exceso de adquirir riqueza? Se puede señalar a la codicia como humana con dos vertientes para su mejor comprensión: una es la aseveración que la codicia radica en la naturaleza de la humanidad, empero, esa codicia puede estar dirigida a conseguir cosas buenas; la otra solo por su calidad de deseo irrefrenable, como lo referíamos sobre el Rey Midas, es el prosaico afán de posesión.
Otro ejemplo en la literatura es la genial concepción del poeta alemán Goethe, donde el mago Fausto vende su alma al Mefistófeles a cambio de saber de los bienes terrenales.
RAÚL PINO- ICHAZO T.
Abogado, posgrados en Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación
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