Hace unos días, don Héctor Arce, publicó un artículo titulado El
necesario esclarecimiento de los hechos. Se refiere a la caída de Evo
Morales y su posterior exilio, proceso que él y los de su partido llaman ahora
golpe de Estado.
Revisar los hechos, esclarecerlos, es algo que debe hacerse, para bien
de la historia, para lograr justicia, y obviamente también para establecer los
márgenes del poder. Esclarecer los hechos es muy importante precisamente en
estos momentos en que hay una expresidenta del Estado Plurinacional privada de
libertad a partir de un delito que ciertamente no cometió.
Solo se puede estar de acuerdo con el exministro con el reclamo de
esclarecer los hechos, más allá de que es posible que eso sea imposible en un
tribunal boliviano. Y es que tenemos una justicia inoperante, corrupta, y
sometida, y precisamente en un caso político que tanto interesa a los
detentores del poder, difícilmente se podría creer que pudiera haber un juicio
imparcial.
El futuro embajador de Bolivia ante la OEA, deja de lado muchos
antecedentes que son importantes para entender lo que verdaderamente sucedió en
ese terrible momento. En primer lugar, se debe recordar, que todo empezó mucho
antes, cuando Morales y los suyos lograron burlar la Constitución que ellos
mismos habían fabricado y promulgado.
No señor Arce, la democracia recuperada en 1982, no fue vulnerada por
primera vez, el día que Evo Morales huyó del país, esta fue vulnerada él día en
que el Presidente en ejercicio violó la Constitución que había jurado defender
y se presentó por cuarta vez a las elecciones de 2019. Esa y no otra fue la
verdadera ruptura institucional, constitucional y democrática que sufrió el
país.
El Gobierno de la señora Añez fue posiblemente malo, improvisado, y tuvo
una buena cuota de corruptos, pero aclaremos que fue un Gobierno improvisado,
que nunca debió existir y solo fue el resultado de las maniobras fallidas de
Morales y su entorno por eternizarse en el poder y de la anomia que ellos
mismos quisieron producir aquel aciago domingo.
Dicen que no hubo fraude, que todo fue una conspiración mundial, que
involucra no solo al secretario general de la OEA, sino a la Unión Europea y a
la Iglesia Católica, más allá de lo delirante que suena esta aseveración, lo
que no cuaja por nada, es que fueron los masistas los que pidieron a la OEA
hacer la auditoría, y aclaremos que no hay nadie involucrado en la auditoría y
entre los observadores de la OEA que haya salido por los fueros de Morales.
La fuga de Evo Morales –que de acuerdo con sus propias palabras, lo
hacían “culpable confeso”– puede ser vista como la decisión de apartarse para
evitar derramamientos de sangre, pero también como un muy humano gesto de
cobardía, aunque también como una estrategia para crear un vacío de poder, y
volver al estilo de Chávez en el año 2002.
Las muertes de Senkata son lamentables, como cualquier muerte, pero no
debe dejarse de lado el hecho que tuvieron lugar cuando una turba trataba de
entrar a la fuerza, con violencia, en uno de los depósitos de gas y gasolina
más grandes del país. El riesgo de una explosión mayor, o tan solo el temor de
que esto sucediera, sirve de atenuante a la violencia ejercida por militares y
policías.
Los gritos de guerra de los adictos al gobierno renunciante, resultaron
siendo kabuki, pero, el coro de “Ahora sí, guerra civil”, era convincente y
asustador. Sobre todo, si esa misma noche, uno se entera de la quema de la casa
del rector de la universidad estatal y la de una importante periodista de la
televisión y de los buses de la empresa municipal.
Sí, es verdad que es importante esclarecer todos los hechos de 2019, y
ante todo sus antecedentes: el MAS violó la Constitución, y acabó con el Estado
de derecho mucho antes de la renuncia de Morales, la justicia estaba putrefacta
mucho antes de que la señora Áñez se convirtiera en presidenta del Estado
Plurinacional, la corrupción tampoco hizo su aparición en ese momento.
El autor es operador de turismo.
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