Bárbaro
Francisco Rodríguez Leal
Escuchar,
aparentemente una acción sencilla e involuntaria, sin embargo, pocas son las
veces que realmente realizamos una escucha activa y libre de prejuicios. Y es
que ya sea por factores culturales, familiares, económicos o de alguna otra
índole pocas veces permitimos un espacio a la duda, a la posibilidad de que
nuestra verdad no sea la “Verdad”.
La acción de expresar emociones o ideas en un
espacio de confianza y seguridad, por si misma ya es un proceso terapéutico y
liberador, nos permite dar forma a nuestras ideas y reinterpretar nuestros
pensamientos. Este proceso no necesariamente sucede frente a otra persona, sino
que puede darse en esos momentos de soledad, tranquilidad, introspección. Pero,
¿qué ocurre cuando las opiniones negativas, las creencias rígidas, la
desaprobación y los prejuicios negativos no vienen de otros sino de nosotros
mismos?
La
escucha activa
La escucha, posiblemente una de las herramientas
más eficientes que tenemos para ayudar a otras personas y a nosotros. Pero para
su correcta utilización es necesario comprender que el hecho de escuchar no
necesariamente está ligado al de demostrar que se tiene una respuesta para
todo. En ocasiones, solo es necesario escucharnos o escuchar como si de una
canción se tratara, esas canciones que intentamos interpretar, pero no
contestar. Y al igual que hacemos con esas canciones devolver lo mismo que
escuchamos puede llegar a ser esclarecedor, para la otra persona o para
nosotros.
Libre
de prejuicios
Un prejuicio es una valoración positiva o negativa
que se tiene de algo. En muchas ocasiones estos prejuicios llegan a nosotros
mediante la cultura, la familia, o experiencias pasadas. Entonces el prejuicio
forma parte del criterio que tenemos sobre diferentes ideas, creencias, hechos,
etc. Por tanto, los prejuicios no necesariamente son algo negativo, sin
embargo, al momento de escuchar a una persona que confiesa una idea o
sentimiento, es importante brindarle un espacio donde no será juzgado y para
esto deberíamos liberarnos de cualquier mirada anterior que tengamos sobre el
tema, y solamente intentar comprender desde la empatía, el sentimiento del
otro. Y recordar que en ocasiones ese otro podemos ser nosotros mismos.
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