Mientras intento
responder a mi hija sobre una de sus cotidianas angustias, dirige sus ojos al
celular y rápidamente escribe. Lo sé. Está buscando la respuesta en Google.
Probablemente el buen buscador me contradiga y seguramente ella va a creerle.
Antes para
orientarnos en una ciudad que no conocíamos, lo mejor que podíamos hacer
era primero comprar el libro de mapas y luego allí según los cuadrantes ubicar
nuestro destino. Si nos encargaban un trabajo de investigación, acudíamos a la
biblioteca y revisábamos varios libros para responder a nuestras preguntas. Si
teníamos una inquietud, acudíamos a nuestra mamá o a nuestro abuelito para que
nos desasne con su sabiduría. Lo encontrado era dado por válido.
Hoy el maps
resuelve nuestro destino. Frente a cualquier duda googleamos. Si no es
suficiente youtubeamos, para que paso a paso nos indiquen desde cómo cambiar un
foco hasta cómo sembrar ajos. El médico da un diagnóstico, lo buscamos en
Internet y miramos para qué sirve la medicina que nos dio e incluso hay quienes
cambian la dosis.
Pareciera que la
tecnología, las redes y los artefactos “inteligentes” otorgan autonomía y
suficiencia a sus usuarios. Pero no solo autonomía sino la
sabiduría que los habilita a expresarse sobre lo que sea, como sea y cuando
sea.
No cabe duda que la
tecnología nos ha aligerado y alivianado la vida. Nos ha facilitado la
comunicación y nos ha abierto los ojos ante mundos completamente desconocidos.
Pero como todo, no es neutra. En la nube y en las redes circula lo que
imaginamos y lo que no.
Antes pensaba que
era una cuestión de generaciones, que si la exis, zetas, “perdidas” o milenials
y centenials. Resulta que no. Esta forma diferente de encarar la vida va más
allá de las generaciones. Tiene que ver con formas de vivir y con nuestras
elecciones. Cada día intentamos explicar a Martha que no todo lo que ve en
Facebook es cierto y aún no logro responder a Percy cuando dice “pero la
información en mi teléfono dice lo contrario”. Ambos pasaron los 80 años.
Así como mi niña
duda, dudamos todos, muchas veces elegimos sin tener ninguna certeza de la
fuente o validez de la información. ¿Camino sin retorno? La verdad no lo sé.
Pero lo consultaré con Google ¡ahí está la respuesta! (emoticon de guiño).
DINO PALACIOS
Doctorante en Ciencias Políticas y Jurídica.
No hay comentarios.: