Las campañas electorales están en todo su apogeo y por momentos, como en
una suerte de negación, los discursos, las actitudes y las conductas de
candidatos y electores repiten las prácticas tradicionales de los procesos
anteriores.
Sin ánimo de perjudicar a nadie en su entretenimiento, tendremos que
recordar todos que estamos en la crisis de salud más rotunda de nuestra
historia, y en una crisis económica, de igual contundencia, que está cambiando
al mundo. Estas dos variables, sobre las que no tenemos control, tendrían, en
lógica elemental, que estar promoviendo conductas diferentes.
Insistir en que estamos con una demora frente a la vacunación sólo busca
recordar que el proceso en el mundo ya está en marcha, y el retraso en nuestro
caso tendrá consecuencias en la capacidad de reacción para ingresar a una nueva
normalidad de trabajo y producción. Se necesitan sociedades sanas y protegidas
para enfrentar el reto de la sobrevivencia y la competitividad económica.
Estamos perdiendo la oportunidad, durante el proceso electoral, de
proponer y cumplir por parte de los candidatos con las reglas básicas de la bioseguridad,
primera condición para evitar el contagio. Las propuestas electorales se han
basado en ofertas prácticamente irrealizables por las condiciones económicas y
las dificultades existentes para llegar a los mercados internacionales de
vacunación. Estamos a tiempo de que los candidatos asuman la calidad de líderes
en el oficio de conducir masas, para seguir machacando con la única condición
que está en nuestras manos para tratar de no infectarnos.
Estamos a menos de dos semanas para que la agitación y el pretexto de
las elecciones desaparezca, y repitiendo la canción de la Fiesta de
Joan Manuel Serrat, volvamos todos a nuestra cotidianeidad con la crisis
económica sin resolverse y con la salud en terapia intensiva. Cuando ese
momento llegue, tendremos que volver a dirigir nuestras capacidades a resolver
los problemas del día a día y hacer funcionar lo que tenemos y a demandar a
quienes se postularon y ya serán autoridades, dar respuestas concretas a las
necesidades.
Comprobaremos la mezquindad irresponsable de quienes propusieron ser del
oficialismo como condición para coordinar acciones y obras. La economía y la
salud no tienen partido a la hora de necesitar respuestas y, en ejercicio de la
autonomía, que deberá ser mucho más coordinada, no tendrán otra opción que
hacer las cosas de la única manera posible.
Al hacer control de daños, es decir, analizar la situación en la que nos
encontramos, veremos que las dificultades y las necesidades siguen igual, si es
que no se han agudizado, y con la experiencia del año 2020, sabremos lo que
puede ocurrir si no somos responsables y proactivos. Al haberse acabado el
periodo de los discursos, empezará el de la acción por la presión de la
ciudadanía.
Nuevos y legitimados gobernadores y alcaldes, tendrán la palabra. Y comprobaremos
cómo los territorios empezarán a desarrollar sus demandas frente a la
necesidad. La población buscará respuestas en sus opciones productivas, y ante
las dificultades para ejercerlas tendrá la solución desesperada de la
migración, por la falta de oportunidad en sus territorios.
Volveremos a poner en relieve las posibles opciones, y veremos cómo,
dibujamos de manera evidente, los flujos de personas que se están moviendo en
la geografía. Cómo confluyen de manera natural hacia las capitales, hacia el
eje central y hacia el departamento de Santa Cruz. En ese momento,
colectivamente tendremos que preguntarnos cómo gestionaremos el territorio
nacional y garantizaremos la comida, el agua y la energía, y de manera
sostenible, un desarrollo a escala humana.
En ese momento, nuestras ciudades, como en todo el mundo, empezarán a
dar sus respuestas. Esa es nuestra apuesta razonable.
El autor es director de Innovación del Cepad.
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