¿Oye, y si vendemos el Museo de Orinoca, la Villa Olímpica, o la sede
del Parlamento de Unasur? ¿O de una vez recuperamos los fondos, supuestamente
perdidos, del Fondo Indígena, o el dinero que se le dio a la Cara Conocida?
Con esos montos podríamos pagar a los consultores 1, 2 y 3; a los
secretarios a, b y c, además de pagarles su sueldazo a los viceministros,
choferes, y otros zánganos que viven a costilla nuestra.
Así dejamos de imponer medidas tan disparatadas como el impuestazo
digital, o de esculcar las maletas en los aeropuertos internacionales, que sólo
tienen la intención de recaudar sumas miserables a comparación de todo lo que
podríamos tener si vendemos lo que no es útil.
Estamos en épocas de vacas flacas. Lo que toca es ajustarse los
cinturones. Reducir el gasto público y ahorrar lo poco que queda luego de
vender el gas a los vecinos.
Los impuestos, teóricamente, sirven para mantener carreteras, para
hospitales y servicios educativos. Digo teóricamente porque en Bolivia sirven
más que todo para mantener a los funcionarios públicos.
En otras palabras, con los impuestos le damos más posibilidades a
quienes menos posibilidades nos dan.
Con los impuestos pagamos propaganda estatal que a nadie le importa o
sostenemos a burócratas que no ayudan, sino que más bien complejizan, aún más,
al complicado aparato estatal.
Con tus impuestos y los míos pagamos el mantenimiento de carreteras que
luego son destrozadas por quienes no pagan impuestos (los transportistas) y
encima de todo reciben devoluciones de peaje. El impuesto es un paliativo
ridículo para el gran gasto público.
Lo peor de todo es que con esta medida y con el IGF el gobierno central
desincentiva las inversiones en las grandes y en las microempresas. Una persona
que se ha reinventado en la pandemia y ahora vende galletas por Market Place y
pone Bs 10 por anuncios, ¿ahora tendrá que pagar el 13% de esos Bs 10?
Y para seguir ahondando en la crítica ¿por qué este Gobierno insiste en
la economía extractivista y se ampara en modos de producción del siglo pasado?
¿No sabe nada de economía digital? ¿De economía naranja?
Este impuesto sólo ahondará el mercado informal digital.
La primera víctima de este impuesto será la educación. Tanto las
unidades educativas y las universidades se amparan en el pago que hacemos los
profes para dar clases mediante Zoom ilimitado, Google Meet y libros educativos
que compramos, y ahora tendremos que asumir ese 13% más.
Ha llegado el momento de reactivar la economía. No de imponer más
impuestos. Peor aún en un país donde el Internet es el más caro de la región,
la velocidad es la más baja y la presión tributaria es más alta que en
Argentina, Ecuador y Paraguay.
La autora descree de los impuestos
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