Prof. Edwin Reynaldo Condori Flores
La dramatización no es una actividad exclusiva del área de
Comunicación y Lenguajes en la estructura curricular del Sistema Educativo
Plurinacional (SEP), puede articularse con todas las áreas de saberes y
conocimientos tomando en cuenta que, a través de ella se desarrollan todas las
habilidades y capacidades de los estudiantes.
Para que la dramatización se sitúe en un lugar preponderante
dentro de la educación regular a nivel mundial, tuvieron que pasar muchos años,
hasta que Peter Slade, con su obra “Expresión Dramática Infantil” (1978)
lograra influir enormemente en el campo educativo como recurso educativo
multidisciplinar.
El aprendizaje de las lenguas mediante la dramatización ha
resultado muy productivo porque, además de desarrollar las capacidades expresivas
de los estudiantes, también se fortalecen las habilidades comunicativas y
lingüísticas dependiendo de los objetivos pedagógicos del maestro. Es más
probable que un estudiante se comunique verbalmente en un espacio de juego e
interacción (escenario) que en una evaluación oral frente a sus compañeros.
Según Pérez Gutiérrez, Moffett (1967), uno de los autores
que más ha defendido el uso de la dramatización para el desarrollo de destrezas
lingüísticas mediante la interacción entre pares, es sustentable la teoría de
que la dramatización es un medio dinámico y creativo para trabajar, no sólo la
lengua castellana, sino también la lengua originaria y extranjera.
La dramatización es un elemento articulador para todas las
áreas de saberes y conocimientos, tomando en cuenta su carácter lúdico y
pedagógico. Desde la práctica educativa, surgen experiencias que denotan la
facilidad con que el estudiante se adapta a actividades lúdicas, en este caso,
tomar en cuenta situaciones cotidianas.
El maestro puede aprovechar para integrar las áreas y
contenidos que considere pertinentes que le permitan alcanzar sus objetivos
pedagógicos. La creatividad es punto fundamental para crear un espacio de
aprendizaje, incluyendo estratégicamente las actividades de cada área sin perder
el dinamismo de la clase.
Desde otro punto de vista, la dramatización se constituye en
un elemento altamente motivador para los niños, niñas y jóvenes dentro y fuera
del aula. Si le planteamos a un estudiante si desea pasarse la clase
escribiendo contenidos o preparando y presentando una pequeña actuación, con
seguridad la elección será por la segunda opción; los educandos ya están
cansados de “aprender” a través de prácticas tradicionales, por lo que esta
actividad se constituye en una buena opción para romper la rutina. Los maestros
pueden utilizarla como una estrategia motivadora, no siempre para abordar todo
un contenido, sino también para cambiar de ritmo y generar dinamismo en sus
clases; y por ende actitudes positivas.
La indisciplina manifiesta en el aula, signo de cansancio y
aburrimiento por parte del estudiante, quien busca dinamizar esos momentos
interactuando con sus compañeros, lo que para el maestro, que está dando la
clase, significa un acto de indisciplina.
La empatía es un valor que debe adquirir todo educador, esto
le permitirá conocer a profundidad la situación emocional y psicológica de los
sujetos dentro de su aula. Ante esta problemática, aparentemente general en
todas las unidades educativas, surge la dramatización como una opción para
romper con la monotonía de las clases teóricas. En vez de pedirles que se
callen o que se comporten, se debería tomarse un momento para preguntar, cuál
es su verdadero interés en ese momento; quizás no existe suficiente motivación
para abordar un contenido o simplemente se enfrasca en el tradicionalismo. Las
personas buscan romper esquemas tradicionales, la dramatización es la mejor
opción.
La dramatización es un recurso didáctico y motivador que
potencializa las habilidades, capacidades y destrezas de los niños en educación
inicial. A veces pensamos, equivocadamente, que está destinada a realizarse con
los estudiantes “más grandes”, pero en realidad se debe llevar a cabo desde los
primeros años de escolaridad.
Una de las problemáticas que se ha observado continuamente
en educación inicial, es la falta de adaptación de los pequeños al nuevo
escenario escolar; pero a través de esta estrategia, desde un punto de vista
lúdico, se pueden fortalecer las relaciones interpersonales de los niños. El
juego es el punto clave para generar una infinidad de situaciones de
aprendizaje, por lo que los niños se adaptan más rápidamente a cualquier
ambiente. Además de la adaptación, contribuye al desarrollo de todas las
habilidades que están programadas ser alcanzadas en el currículo base del SEP.
No se trata de actuar ni pasarse el tiempo en ensayos, la dramatización debe
ser considerada como un juego, debemos jugar a actuar o a hacer teatro (Barroso
y Fontecha, 1999).
La autorealización y autoreflexión se genera en el estudiante,
a través de una mirada crítica hacia el propio yo, lo que le permite crecer
como persona. Para la profesora de la Universidad de Newcastle-upon-tyne
(Inglaterra) Dorothy Heathcote, “la dramatización es una cosa normal que ha
sido convertida en algo anormal”. Una aseveración que tiene mucho sentido,
tomando en cuenta que la dramatización debe ser considerada como algo natural y
espontánea, sin máscaras, vestuarios, ni escenarios complicados,
características básicas del teatro. El único requisito de la dramatización es
mirarse a sí mismo y aceptarse como tal, esto genera un espacio de reflexión y
autocrítica que va en beneficio de los estudiantes, pues logran ver sus
debilidades, pero también sus potencialidades. Es sumamente importante, que la
dramatización sea concebida como una actividad pedagógica, comunicativas, pero
sobre todo emocional.
La resolución de conflictos dentro de la dramatización,
permite al estudiante fortalecer su creatividad para enfrentar situaciones
complicadas dentro de su entorno. Si bien, la dramatización presenta varios
elementos importantes como los personajes, el espacio, el tiempo, el argumento
y el tema. “El conflicto se constituye en el motor de la acción; esta se plasma
en una escena que forma la parte visible del drama…” (Cervera, 2005). Por lo
tanto, los personajes desarrollan la capacidad para resolver dicho conflicto.
Además que, a través de la representación de personajes, los estudiantes
canalizan sus propios conflictos, esto les ayuda a despojarse de actitudes
negativas de una manera, muchas veces, divertida. Es muy importante generar
estos espacios dentro de una clase, no solo para que los estudiantes resuelvan
conflictos preestablecidos, sino para que expresen sus ideas, pensamientos y
sentimientos, a través de la dramatización sin ningún tipo de obstáculos.
La dramatización hace que los estudiantes recuperen los
valores que estaban perdiendo. Evidentemente, hay un concepto generalizado
sobre el comportamiento de los estudiantes, en especial de los adolescentes;
sin embargo, también se maneja la hipótesis de que los estudiantes con
problemas de conducta son los más interesados en participar de las
dramatizaciones en la escuela.
Durante los ensayos programados, esos chicos van recuperando
ciertos valores cuestionados, tales como el respeto por el maestro, la
solidaridad por sus compañeros, la responsabilidad en la hora de los ensayos;
en fin, se genera un ambiente armónico en los ensayos.
En la Unidad Educativa San Antonio, se realizan sesiones de
dramatización, donde asisten muchos estudiantes, de los cuales la mayoría son
etiquetados como “indisciplinados” por sus compañeros y maestros; pero después
de culminar una serie de ensayos, se nota un gran cambio de actitud; hay
respeto, responsabilidad y disciplina, esto gracias a la importancia que se le
da a su participación en el elenco.
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