Reflexiones al inicio de la cuaresma - Periódico El Gran Chaco - Noticias de Yacuiba, Gran Chaco, Tarija, Bolivia y el Mundo.

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febrero 17, 2021

Reflexiones al inicio de la cuaresma

 


JORGE RAFAEL CASTILLO VILLANUEVA

   

Hoy, Miércoles de Ceniza, los cristianos iniciamos un tiempo litúrgico conocido como Cuaresma. Éste sirve de preparación para celebrar más adelante la Pascua, la muerte y resurrección de Jesucristo. La constante de este tiempo que dura 40 días se resume en la palabra “conversión”. Y aunque pareciera exclusiva de los cristianos, creemos que su alcance involucra a todos, creyentes o no. Todos, de una manera u otra, nos sentimos llamados a convertirnos, a procurar ser mejores, y a construir una sociedad y un mundo mucho más pleno. Comparto estas reflexiones desde mi condición de creyente. Pero son reflexiones aptas para todo público, abiertas a hombres y mujeres de buena voluntad.

El profeta Joel, cuenta en la Biblia que fue testigo de una monumental plaga de langosta que afecta a todo el pueblo de Israel de la manera más dramática que podemos imaginarnos. “Destruido el suelo, hace duelo la tierra: el grano está perdido, el vino seco, el aceite rancio; están defraudados los labradores, se quejan los viñadores por el trigo y la cebada, porque no hay cosecha en los campos”, Joel (1,10-11).

Para un pueblo agricultor como el de Israel, en la antigüedad, el futuro se avizoraba nefasto. La fatalidad y la vulnerabilidad se respiraban con cada bocanada de aire. Esa fue la ocasión que el profeta aprovechó para predicar la conversión a su pueblo que se había desviado del camino de Dios, por lo que era imperativo “volver” el rostro hacia el Señor. Esa era la oportunidad, ese era el momento.

La actual pandemia, como aquélla ancestral plaga de langostas, ha desnudado nuestras propias vulnerabilidades, y ha puesto en evidencia otras pandemias. La humanidad se sentía invencible e imparable, hoy debe reconocer que un pequeño virus la puso de rodillas y a merced de la extinción y la muerte. Las desigualdades económicas y sociales se han hecho más evidente en relación al acceso a la salud y la educación a distancia. Nos creíamos dueños absolutos de la naturaleza, pensábamos que sus recursos eran infinitos; pero hoy nos damos cuenta que el daño que le hemos ocasionado, vuelve a nosotros, y hay límites que debemos respetar. Las mezquindades políticas se han puesto en evidencia con el uso político de las vacunas o las promesas electorales. “Asaltan la ciudad, escalan las murallas, suben a las casas, penetran como ladrones por las ventanas” (Joel 2,8).

El término “conversión”, en hebreo se pronuncia como šūb. Y en castellano significa “volver”. Es la acción de quien ha torcido su camino, o ha elegido el camino equivocado. Conversión significa entonces volver hacia el camino correcto. Volver hacia Dios que implica también volver el rostro a los hermanos y a los demás. Significa también “caminar juntos”. En la tradición cristiana se han recuperado dos traducciones griegas: metanoia, que es el cambio interior, el cambio del corazón; y epistrephein, que es el cambio de conducta. El cambio interior implica necesariamente el cambio exterior, o no es verdadera conversión.

Nuestro mundo necesita convertirse. Creyentes o no, podemos soñar con un mundo diferente: más humano, más divino. Seguramente no veremos el final que soñamos, pero podemos acercarnos. Pero que sea un sueño con los pies bien puestos en la tierra. Será preciso llamar injusticia o lo que es injusto, o señalar la corrupción cuando la veamos. El silencio frente al mal sólo nos vuelve cómplices. Y señalar el mal y el pecado siempre nos pondrá en peligro. Pero, ¿tenemos alguna otra opción?

Quisiera pensar que todos nos hacemos la misma pregunta: ¿qué puedo hacer? Las respuestas seguramente serán diferentes. Algunas acciones parecerán mínimas otras parecerán grandes. Pero pequeñas o grandes, todas son necesarias. Los creyentes lo hacemos oyendo la Palabra del Señor y creyendo profundamente en su presencia y misericordia. Y a esta podemos agregar muchas otras motivaciones.

El nombre del profeta es Joel y significa “Yavé es Dios”. El profeta lleva a Dios no sólo en su nombre sino especialmente en su corazón. Y ahí es donde podemos empezar a cambiar, desde el corazón de cada ser humano que es el corazón de nuestro mundo.

 

El autor es misionero claretiano.

 

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