Según el director ejecutivo de la IEA (International Energy Agency),
Fatih Birol, en el mundo no hay escasez de dinero, pero las inversiones no
estarían encontrando el camino para llegar donde se las necesita. Por esta
razón, después proponer el camino para alcanzar cero emisiones de dióxido de
carbono (CO2) el año 2050, la IEA presentó un Informe Especial planteando
pautas para financiar la transición energética en los países de economía
emergente, dado que no hay país o entidad que financiaría la transición.
Esta decisión se basa en dos percepciones claras: La primera responde a
que estos países por sí mismos no pueden movilizar los enormes recursos
necesarios, no solo para el cambio de sus modelos energéticos, sino que tampoco
pueden sustituir los ingresos que genera la exportación de los combustibles
fósiles (carbón, petróleo y gas natural). Y la segunda percepción es que el
futuro del cambio climático y del sistema energético dependen crecientemente de
las decisiones que se tomen en estos países, porque algunos –como India e
Indonesia– están irrumpiendo como grandes demandantes de energía y otros, a la
vez, son grandes productores como los países de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP).
La IEA considera que el desafío radica en plantear un modelo de
desarrollo que llene las expectativas de la gente y evite las opciones de alto
contenido de carbón. Los países de economía emergente, principalmente a
consecuencia de la pandemia, buscarán su recuperación económica mediante
procesos con mayores emisiones, más aún que en la prepandemia si es que no se
impulsa el cambio de sus sistemas energéticos.
Si bien actualmente las emisiones de la mayor parte de estos países son
bajas, en las próximas dos décadas, alrededor de la cuarta parte de los países
desarrollados habrán subido a 5 GT (gigatoneladas, donde el prefijo giga mil
millones: 1 seguido de 9 ceros), en tanto que las emisiones de los países
desarrollados habrán bajado a 2 GT. Sin embargo, la ventaja de los países
emergentes es que el costo de reducción de sus emisiones será la mitad que en
los países desarrollados. A pesar de todo, la única manera de reducir las
emisiones es mediante nuevas y masivas inversiones en los países emergentes que
eleven el nivel de 2020, de 180 billones de dólares a un trillón/año, si se
ambiciona alcanzar la meta de cero emisiones el año 2050.
La movilización de capital a mayor escala requerirá un incremento del
rol del sector privado y una fuerte participación de las instituciones
internacionales de financiamiento para catalizar las inversiones. No es la
falta de capital lo que preocupa a la IEA, sino la falta de mecanismos para
invertir en energía limpia con adecuados retornos que compensen los riesgos
tomados.
Entre los problemas que se citan para las inversiones en los países
emergentes están la falta de visión para promover políticas de apoyo y
regulación a la energía limpia con el objetivo de reducir riesgos, falta de
proyectos susceptibles de financiamiento, apertura a acuerdos comerciales que
sostengan ingresos predecibles, disponibilidad de infraestructura,
existencia de subsidios, burocracia en la obtención de licencias y
permisos, restricciones a la inversión extranjera, riesgos cambiarios y
debilidad de los sistemas financieros locales.
Se buscaría encaminar fondos a través de un programa conjunto con el
Banco Mundial y el Foro Mundial de Energía, hacia proyectos de energía limpia
con mercados estudiados o maduros, eliminado barreras a la inversión y
facilitando procedimientos.
Sin embargo, el sistema financiero internacional carece de un esquema
claro y unificado de financiamiento para la reducción de emisiones en los
países emergentes, esto podría ser superado a través de donadores y asistencia
técnica con mayor efectividad de las vías de inversión.
Entre las acciones que IEA recomienda tomar para financiar la transición
energética en dichos países estarían las siguientes:
• Redoblar el apoyo internacional.
• Dar un fuerte mandato estratégico a las entidades internacionales de
financiamiento público para financiar la transición hacia la energía limpia.
• Impulsar y mejorar las vías del financiamiento.
• Mejorar el financiamiento compartido para movilizar el capital privado
autorizando a los emprendedores locales el monitoreo del cambio.
• Incentivar el mercado internacional de capitales para financiar la
amplia gama de oportunidades de energía limpia.
• Abordar los problemas transversales que aumentan los riesgos y la
rentabilidad de la inversión.
• Mejorar el acceso a los capitales locales mediante el fortalecimiento
de los sistemas bancarios.
• Eliminar los subsidios que distorsionan los mercados y precios.
• Dotar a las empresas estatales de bases financieras sólidas con
estrategias sustentables.
El autor es ingeniero químico y petroquímico.
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