MARCELO OSTRIA TRIGO
Hace poco, el Gobierno conformó una comisión para que proponga una
reforma integral de la justicia, la que solo se reunió una vez desde la
designación de sus miembros y, al parecer, ya no funcionará. Por supuesto que
hay preocupación. Sin Poder Judicial separado y autónomo, es decir sin
injerencias políticas, no hay democracia. En efecto, la Carta Democrática
Interamericana, suscrita unánimemente por los países miembros de la
Organización de los Estados Americanos (OEA), ratifica que uno de los elementos
constitutivos de la democracia, es “la separación e independencia de los
poderes públicos” (Art. 3º).
La conducta de los miembros de la judicatura en los más de 14 años de
gobierno del MAS, fue obsecuente al régimen, ocasionando la desconfianza en los
ciudadanos.
Siguen los excesos del oficialismo. Se ha llegado a declarar, como fecha
memorable, el día de las recientes elecciones generales de octubre del pasado
año, como fecha de la Recuperación de la Democracia. Lo que, sin embargo, solo
muestra que han recuperado el poder para continuar con la política del MAS; y
la democracia quedó atrás.
No se debe pasar por alto las afirmaciones del ahora presidente, Luis
Arce Catacora, que, en su reciente campaña electoral, decía que la orientación
que él propone para Bolivia se inspira en el modelo comunista cubano. Hay que
recordar que el entonces candidato mencionaba los supuestos logros del
castrismo y afirmaba que ese es el camino que seguiría el país. Eso no es
promover los valores y fundamentos de la democracia. Sin embargo, tampoco se ve
una orientación precisa hacia un modelo en particular; solo es un régimen que
aspira a regir el país sin controles y sin justicia, con la totalidad del poder
bajo su control.
A propósito, Carlos Daniel Casa, doctor de filosofía de la Universidad
Católica de Córdoba, Argentina, en una columna en La Prensa de
Buenos Aires (20.12.2020), se refiere al filósofo francés Michel Onfray, quien
afirma que los que siguen esta corriente populista “tienen el propósito de
destruir la libertad, empobrecer la lengua, suprimir la historia para
reescribirla a voluntad, negar la naturaleza y propagar el odio”. Y cita: “El
progresismo se ha transformado en la religión de una época privada de
experiencias de lo sacro, se ha convertido en la esperanza de estos tiempos
desesperados sin fe”.
El régimen actual en Bolivia crea símbolos patrios paralelos, rinde
homenaje a oscuros personajes del pasado, festeja días presuntamente
venerables, mientras rige la voluntad del caudillo y se imponen leyes nada
prudentes.
No es extraño que, en un gobierno de partido, la purga de funcionarios
para dar cabida a sus conmilitones incremente la ineficiencia de la
administración pública, lo que es un distintivo del MAS. Esto se refleja
también en el muy mal manejo de la grave pandemia del coronavirus que sufre el
país. El pretexto: la culpa fue del otro.
Mientras tanto, se festeja con un feriado, una supuesta recuperación de
la democracia.
El autor es exembajador de Bolivia.
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