Resulta difícil entender a Luis Arce Catacora, aunque lee mucho mejor
que su mentor.
La fuga precipitada del cocalero Morales hizo posible que Arce llegara a
la presidencia, pero él sigue llorando su partida.
Quizá hubiera deseado seguir siendo ministro de Economía del cocalero,
que tenía pensado quedarse en la presidencia por lo menos hasta 2036, como
Vladimir Putin.
Es probable que prefiriera estar en segundo plano, sobre todo ahora,
cuando llegan las facturas del despilfarro que él manejó desde su cómodo puesto
de ministro.
Haber destinado, entre 2006 y 2018 un total de 4.000 millones de dólares
a propaganda y menos de la mitad a salud, visto desde este momento en que la
pandemia mata a miles de bolivianos, es un crimen.
El único párrafo de su discurso en que no habló del “golpe” fue cuando
lamentó la muerte de las personas que fueron contagiadas por el virus chino,
por falta de vacunas.
Tiene que agradecer que la oposición no le esté pidiendo, todavía, que
disponga el pago de indemnizaciones a las familias de todos los muertos
causados por la demora de la vacuna rusa. Esas indemnizaciones tendrían que ser
por montos superiores a los de las “víctimas” de Senkata porque se trata de
persona que murieron cuando no estaban tratando de volar media ciudad de El
Alto, sino personas decentes.
En su discurso de este 6 de agosto, el agente del despilfarro tendría
que haber explicado cómo es que firmó un contrato con Rusia para recibir unas
vacunas que no llegan. Y revelar el contenido de la “cláusula de
confidencialidad” sobre el precio que pagó por las vacunas que no llegaron. Y
después de hacer esa confesión, sobre los territorios entregados a Rusia,
someterse a las leyes y ser juzgado por traición a la patria.
Este personaje que quisiera seguir siendo ministro fue responsable de
que el gobierno del cocalero hiciera un desfalco por 4.700 millones de dólares,
los “elefantes azules” (como Bulo Bulo y San Buenaventura) sumaron 6.491
millones de dólares, el despilfarro del gasto corriente innecesario sumó 21.350
millones, el sobreprecio de la inversión pública, calculado en 15%, sumó 53.152
millones de dólares, y mucho más todavía.
A pesar de esto, el personaje dice que el Gobierno “golpista” gastó 2,3
millones de dólares en “respiradores” y hace un ejercicio inverosímil, quizá
diseñado para que lo acepten los menos avispados de sus seguidores, los
realmente tocaditos.
Los parlamentarios que lo abuchearon estaban reflejando el sentimiento
de casi todos los bolivianos, indignados con la dictadura que aplica Arce por
orden del cocalero.
Está manejando una gestión cuyo único propósito es vengar al cocalero
castigando a quienes le obligaron a huir como una rata. Y él se contenta
atribuyéndose el efecto “rebote” de la economía, que se da en todos los países
que debieron dictar cuarentenas en 2020 y que ahora ven cómo retornan las
actividades. Él dice creer que todo eso lo provocó en su gestión mientras estaba
obsesionado con la venganza.
Es la primera vez que miente en su nombre y no en el del cocalero. Por
eso ahora es segundón.
El autor es periodista.
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