Ludwig Josef Johann Wittgenstein hace una centuria pública Tractatus
Logico-Philosophicus, obra donde en uno de sus apartados expresa que “los
límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Esta afirmación
plantea hasta el presente una problemática de política educativa
intergeneracional irresuelta con relación al abordaje y desarrollo curricular
del lenguaje oral y escrito, porque luego de 12 años de educación escolarizada,
un gran número de potenciales lectores y/o escritores, apenas lograron acumular
una escasa cantidad de léxico, tal como se cita en un artículo titulado “Lo que
lee Iván” que forma parte del Boletín trimestral de la Unesco correspondiente a
julio-septiembre de 1961, en el mencionado artículo el autor hace una
comparación con relación a la cantidad de léxico que aprende un estudiante
soviético en su primer año de escolaridad (2.000 palabras) y uno estadounidense
del mismo grado (158 palabras), y ¿qué cantidad de léxico aprende hoy un
estudiante boliviano del mismo grado?
Según un estudio desarrollado entre 2005 y 2006 por un docente de
posgrado de la UMSS, un universitario de primer año de la Facultad de
Humanidades maneja en promedio un léxico de 6.000 a 8.000 palabras y al
culminar su formación profesional apenas lo duplica (12.000 a 16.000 palabras).
Al respecto cabe mencionar que el estudiante soviético al culminar el tercer
año de educación primaria alcanzaba el desarrollo de un léxico de 8.000
palabras —que es equivalente al que maneja un estudiante universitario del
primer año en la UMSS—, y en el cuarto año de primaria alcanzaba el formidable
número de 10.000 palabras. En cambio, un estudiante estadounidense —y por qué
no decir boliviano—, del cuarto año de primaria, apenas lograba el desarrollo
lexical promedio de 1.800 palabras. (Unesco, 1961, págs. 73-75)
Por ello, quizá, en el momento de la lectura de textos nuestros
estudiantes se enfrentan a la dificultad de comprender la esencia de lo
escrito, puesto que desconocen el significado de muchas palabras —que, por
diversas razones como: comodidad, falta de voluntad para leer, incipiente
aplicación de técnicas de lectura y estudio como el uso del diccionario, asumen
por sobreentendido esas extrañas palabras—, en este sentido, la limitación de
su léxico, significa un obstáculo para la comprensión crítica del texto
escrito. Esto, según Armando Zubizarreta “[…] porque la comprensión del
contenido de un libro está en relación directa con la amplitud de la cultura
del lector”.
Ahora bien, propongamos algo al respecto, por ejemplo, aprovechando el
gran interés que tienen nuestros estudiantes por los juegos de video, podríamos
instalar en los dispositivos móviles con sistema operativo Android, una
actividad lúdica denominada “Arma palabra” que forma parte de la aplicación
“Palabra correcta” que la encontramos en Play Store. Como experiencia educativa
resultante de aplicar esta estrategia en los últimos tres años, puedo indicar
que los estudiantes incrementaron su bagaje lexical, reflejándose en los textos
escritos que presentaron (artículos, ensayos e informes de investigación
documental). Estoy seguro que existe un gran número de posibles alternativas
para incrementar y mejorar nuestro léxico. ¿Cuál o cuáles aplica usted?
El autor es maestro de biología de educación secundaria.
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