Conversamos con quienes escucharon el llamado de los
reclutadores y tuvieron la experiencia de ser un ‘juku’. Las autoridades y los
dirigentes reconocen el problema que se está viviendo en la estatal minera.
El Deber
Como en los delitos que ‘devoran’ personas en su afán por
lucrar con los vicios y el ‘dinero fácil’, como el narcotráfico y el tráfico de
personas, en medio de los cerros cargados con minerales que comparten Oruro y
Potosí, han nacido los ‘coyotes’ de las minas, un nuevo tipo de delincuente que
se nutre de la ambición de las personas y organiza bandas delictivas, que están
dispuestas a enfrentarse a tiros y a dinamitazos con militares y policías, con
el único de fin de robar el mineral de la empresa estatal Huanuni, que mana del
cerro Posokoni.
El Deber recorrió la zona que divide Oruro y Potosí, donde
deambulan los ‘Jukus’ (ladrones de mineral) y mandan los ‘coyotes’ o también
conocidos como reclutadores, gente que forma bandas de 20 o 30 personas, unidas
por una mezcla de ambición, necesidad y falta de trabajo. Están listos para
dejarse atrapar por los túneles clandestinos que han construido para robar
estaño, mineral que tiene un precio de $us 20 el kilo en el mercado.
En el camino encontramos a un hombre de 56 años, con las
señas del paso del tiempo en el rostro y el ‘regalo’ del mal de minas
devorándole las entrañas. Se identificó como Mario J. F., un minero
cooperativista que dejó de trabajar por su enfermedad, pero que conoció el
movimiento de los ladrones de mineral cuando fue uno de ellos.
Mario recuerda que fue un familiar quien le hizo saber que
podía ganar ‘dinero fácil’ y lo puso en contacto con un trabajador de Huanuni.
Ese empleado estatal, que se convirtió en ‘coyote’, luego de hablar con él
sobre el robo le hizo saber que para ser parte del plan debía pagarle $us 300,
lo mismo que les cobró a otros 29 implicados en el grupo del cual Mario
participó.
El dinero que el ‘coyote’ cobró, sirvió para cubrir la
logística del robo y para hacerle conocer la contraseña, que una vez dentro de
la mina, se convierte en su pasaporte de vida, ante la eventualidad de
encontrarse con los controles o algún otro minero.
“Partimos en cinco taxis por el camino antiguo a Huanuni y
bajamos hasta el sector de Wairapata, donde una persona con overol de la
empresa nos esperaba. A él le entregamos el dinero y luego de contarlo nos dio
una clave en caso de que alguien nos preguntará al interior de la mina. Nos
llevó hasta un túnel que estaba conectado directamente al cerro Posokoni. No
tuvimos problemas para sacar el mineral, porque en más de dos lugares a los que
entramos habían sacos listos para ser llevados y eso facilitó mucho nuestra
faena”, contó Mario.
El hombre recuerda que aquella vez, además de los $us 300
que le pagó al ‘coyote’, invirtió $us 200 más para el transporte y la
extracción del mineral fino de las rocas que expulsa el cerro. Al final, por
todo lo que recolectaron él recibió $us 1.700, monto que significó un
incremento de más de tres veces los $us 500 que usó para ser un ‘juku’.
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