En su natalicio 102, doña Victoria fue declarada por el Concejo Municipal de Yacuiba como Ciudadana Distinguida de San José de Pocitos y de la Primera Sección de la Provincia Gran Chaco. La Ordenanza Municipal Nº 098/2005 confirma que ella fue una de las vecinas fundadoras de la población y que participó en las actividades más importantes para la urbanización de esta zona: la creación de la primera escuela y la organización de instituciones del deporte como el Club Huracán del Chaco y los servicios, entre ellos el Sindicato de Transporte 1º de Mayo.
Doña Victoria forma parte de la primera generación de migrantes que vino a Guandacarenda para trabajar en el comercio. Estas familias vivieron en carpas improvisadas, durmieron en esteras de palmeras desplazadas en el suelo, iniciaron la construcción de sus primeras viviendas con palo a pique, cocinaron sus alimentos en fogones, alumbraron sus noches con mecheros, abrieron calles con machete y hacha; además, carentes de servicios básicos y sin atenciones de salud y educación vivieron prácticamente en condiciones infrahumanas. Así, iniciaron el trabajo de explorar palmo a palmo la zona, inclusive las quebradas que flanquean la vértice del triángulo de Yacuiba, definieron cuáles iban a ser las sendas que conectarían con la ruta principal y, todos los días, al pasar el sol, paso a paso desmalezaban la zona, cortaban los troncos que se interponían en la vía con hacha y aplanaban los atajos con herramientas manuales; contar con una máquina era un sueño.
Una amplia mayoría llegó del altiplano o los valles, donde el clima es moderado, frío en invierno y templado durante el verano; en contraste, Pocitos está ubicado a 600 metros sobre el nivel del mar, la sensación térmica en la temporada cálida llega a más de 40° centígrados bajo sombra, muchas veces supera los 45°. Es una zona donde las lluvias se convierten en tempestades huracanadas y, por su proximidad con el sur del continente, al culminar el verano, recibe un embate de frío húmedo que penetra hasta los huesos así uno esté abrigado. Durante ese periodo, el tiempo en Pocitos cambia bruscamente, de la noche a la mañana llega una corriente de aire que hace estremecer el cuerpo; el sur o el surazo es una brisa helada con llovizna que se prolonga desde el polo por el territorio argentino y se extiende hasta el oriente boliviano. A su paso por el Gran Chaco, provoca un rocío permanente con cielo nublado por más de una semana, tiene algunas pausas templadas y calientes por unos días y nuevamente inicia otra ola glacial. Era la temporada menos grata para la gente, trasladar mercadería de un lado a otro de la frontera estando arropado no fue ni es cómodo, el movimiento calentaba el cuerpo y las variaciones de temperatura a menudo ocasionaban resfríos; pero el mayor de los infortunios es que nada podía estar seco, ni la ropa ni los alimentos podían escapar a sus efectos, todos los días tenían que limpiar sus pertenencias para evitar los hongos o encendían un fogón para aminorar sus efectos.
A pesar de los temores que sentían y las adversidades que sufrieron en estas tierras desconocidas para ellos, doña Victoria y su esposo no se doblegaron ante las vicisitudes que les deparaba la naturaleza y se quedaron para iniciar una nueva vida. Muchas veces, las intensas lluvias los dejaban empapados completamente, porque el viento destrozaba las carpas y mojaba hasta las camas, pasar la noche era un sacrificio. Luego, al salir el sol, se desataba una ola de calor con vapor sofocante, aparecían los mosquitos y el agua que sacaban de la quebrada se contaminaba. Las consecuencias en la salud de la gente, sumado al lodo en los caminos, impedían realizar normalmente las faenas diarias en el bagallo y el estibo de mercadería.
De los recuerdos de doña Victoria, entendemos que por el año 1948 la zona fue desmontada casi en su totalidad, desde el sector donde está instalada la conexión física internacional hasta el espacio donde fue ubicada definitivamente la plaza principal. De sur a norte, aproximadamente seis cuadras desde el inicio del territorio nacional y de este a oeste unas tres cuadras y media, que forman toda la longitud que vincula las cañadas internacionales. Finalizando ese año, estaban asentadas en la zona poco más de 10 familias; no obstante, coincidentemente, debido a la inestabilidad política que vivía el país, en esa gestión ocurrieron cambios importantes en el Gobierno; como consecuencia un gran número de trabajadores del campamento petrolero de Sanandita quedaron cesantes, muchos de ellos llegaron a Pocitos en busca de trabajo y se establecieron incrementando sustancialmente la población. También en ese año, el comercio de goma tuvo un bajón severo, el precio internacional llegó a los suelos y algunos comerciantes que pasaban el caucho boliviano hacia Argentina se quedaron con su mercadería casi sin valor, para iniciar otro emprendimiento.
Durante ese tiempo, la frontera ya no era sólo un lugar de tránsito, empezaba a generar mayor movimiento económico por el comercio de productos argentinos hacia el interior del país. Paulatinamente se instituía una cadena de servicios alrededor de esta actividad. Casi de forma natural, se originó una escala de funciones y organización de operaciones en la dinámica de trabajo para el ingreso y distribución de la mercadería: un responsable tomaba contacto con los grandes comerciantes que realizaban el pedido, éste buscaba colaboración de personas para que trasladen la mercadería de un lado a otro de la frontera, a ellos se los denominó bagalleros en el léxico boliviano y bagayeros con acento argentino. Las precarias viviendas aledañas a la quebrada servían como centros de acopio de los artículos, ahí los ayudantes se encargaban de embolsar o empaquetarlos, otro grupo de estibadores cargaba los bultos a los vehículos o a las carretas rumbo a Yacuiba, al llegar los descargaba; quien conducía el carro generalmente era el dueño, cada modalidad tenía su costo, finalmente otros embarcaban la mercadería a los grandes camiones rumbo a Santa Cruz o a las poblaciones intermedias del Chaco u Oriente.
Mucho jugó a favor de doña Victoria el capital con el que llegó y la ubicación de su vivienda. Su hogar era la más próxima a la línea fronteriza, estaba situada a unos pasos del borde de la quebrada y casi al final del camino que conectaba al pueblo con Yacuiba.
En esas condiciones, contaba con un espacio privilegiado para la actividad, su llegada a la zona justo cuando el comercio ingresaba a su auge y la construcción de su enramada en el lugar preciso le permitió ser una de las intermediarias más activas de la zona. Sus palabras nos llevaron a comprender que comerciaba mercadería con la colaboración de una considerable cantidad de bagalleros, estibadores, changueros (trabajadores por horas o tareas) y mozos (jóvenes ayudantes). Sin embargo, en sus recuerdos aún permanecían aquellos momentos cuando su esposo, justo en el espacio donde ahora es la esquina de las calles Chuquisaca y Yacuiba, armó su carpa para que inicien sus actividades comerciales. En ese sitio, con el transcurrir del tiempo y a medida que obtenían algunos ingresos, construyeron habitaciones con muros de palo a pique, cuyas uniones y grietas eran cubiertas con un preparado de barro y bejucos, el techo fue hecho con troncos de palmera; luego vendrían las viviendas de adobe techadas con chapas de zinc. Sin embargo, los temas más importantes y las necesidades más apremiantes de la gente no tenían respuestas en las acciones aisladas de las familias, era necesario aunar esfuerzos, unir voluntades y hacer común la decisión de mejorar la zona donde iban a fundar el pueblo para ver crecer a sus hijos.
Su casa, el espacio donde inició un emprendimiento exitoso y el hogar donde vio crecer a sus hijos, en los primeros años de Pocitos, fue una de las viviendas que albergó por muchas noches las reuniones preliminares de los vecinos que tenían un objetivo común: consolidar legalmente el nuevo pueblo. Nada ni nadie los haría cambiar de idea. Todos entendían que el reconocimiento legal del lugar era el único modo de lograr que las autoridades atiendan sus necesidades.
Doña Victoria forma parte de la primera generación de migrantes que vino a Guandacarenda para trabajar en el comercio. Estas familias vivieron en carpas improvisadas, durmieron en esteras de palmeras desplazadas en el suelo, iniciaron la construcción de sus primeras viviendas con palo a pique, cocinaron sus alimentos en fogones, alumbraron sus noches con mecheros, abrieron calles con machete y hacha; además, carentes de servicios básicos y sin atenciones de salud y educación vivieron prácticamente en condiciones infrahumanas. Así, iniciaron el trabajo de explorar palmo a palmo la zona, inclusive las quebradas que flanquean la vértice del triángulo de Yacuiba, definieron cuáles iban a ser las sendas que conectarían con la ruta principal y, todos los días, al pasar el sol, paso a paso desmalezaban la zona, cortaban los troncos que se interponían en la vía con hacha y aplanaban los atajos con herramientas manuales; contar con una máquina era un sueño.
Una amplia mayoría llegó del altiplano o los valles, donde el clima es moderado, frío en invierno y templado durante el verano; en contraste, Pocitos está ubicado a 600 metros sobre el nivel del mar, la sensación térmica en la temporada cálida llega a más de 40° centígrados bajo sombra, muchas veces supera los 45°. Es una zona donde las lluvias se convierten en tempestades huracanadas y, por su proximidad con el sur del continente, al culminar el verano, recibe un embate de frío húmedo que penetra hasta los huesos así uno esté abrigado. Durante ese periodo, el tiempo en Pocitos cambia bruscamente, de la noche a la mañana llega una corriente de aire que hace estremecer el cuerpo; el sur o el surazo es una brisa helada con llovizna que se prolonga desde el polo por el territorio argentino y se extiende hasta el oriente boliviano. A su paso por el Gran Chaco, provoca un rocío permanente con cielo nublado por más de una semana, tiene algunas pausas templadas y calientes por unos días y nuevamente inicia otra ola glacial. Era la temporada menos grata para la gente, trasladar mercadería de un lado a otro de la frontera estando arropado no fue ni es cómodo, el movimiento calentaba el cuerpo y las variaciones de temperatura a menudo ocasionaban resfríos; pero el mayor de los infortunios es que nada podía estar seco, ni la ropa ni los alimentos podían escapar a sus efectos, todos los días tenían que limpiar sus pertenencias para evitar los hongos o encendían un fogón para aminorar sus efectos.
A pesar de los temores que sentían y las adversidades que sufrieron en estas tierras desconocidas para ellos, doña Victoria y su esposo no se doblegaron ante las vicisitudes que les deparaba la naturaleza y se quedaron para iniciar una nueva vida. Muchas veces, las intensas lluvias los dejaban empapados completamente, porque el viento destrozaba las carpas y mojaba hasta las camas, pasar la noche era un sacrificio. Luego, al salir el sol, se desataba una ola de calor con vapor sofocante, aparecían los mosquitos y el agua que sacaban de la quebrada se contaminaba. Las consecuencias en la salud de la gente, sumado al lodo en los caminos, impedían realizar normalmente las faenas diarias en el bagallo y el estibo de mercadería.
De los recuerdos de doña Victoria, entendemos que por el año 1948 la zona fue desmontada casi en su totalidad, desde el sector donde está instalada la conexión física internacional hasta el espacio donde fue ubicada definitivamente la plaza principal. De sur a norte, aproximadamente seis cuadras desde el inicio del territorio nacional y de este a oeste unas tres cuadras y media, que forman toda la longitud que vincula las cañadas internacionales. Finalizando ese año, estaban asentadas en la zona poco más de 10 familias; no obstante, coincidentemente, debido a la inestabilidad política que vivía el país, en esa gestión ocurrieron cambios importantes en el Gobierno; como consecuencia un gran número de trabajadores del campamento petrolero de Sanandita quedaron cesantes, muchos de ellos llegaron a Pocitos en busca de trabajo y se establecieron incrementando sustancialmente la población. También en ese año, el comercio de goma tuvo un bajón severo, el precio internacional llegó a los suelos y algunos comerciantes que pasaban el caucho boliviano hacia Argentina se quedaron con su mercadería casi sin valor, para iniciar otro emprendimiento.
Durante ese tiempo, la frontera ya no era sólo un lugar de tránsito, empezaba a generar mayor movimiento económico por el comercio de productos argentinos hacia el interior del país. Paulatinamente se instituía una cadena de servicios alrededor de esta actividad. Casi de forma natural, se originó una escala de funciones y organización de operaciones en la dinámica de trabajo para el ingreso y distribución de la mercadería: un responsable tomaba contacto con los grandes comerciantes que realizaban el pedido, éste buscaba colaboración de personas para que trasladen la mercadería de un lado a otro de la frontera, a ellos se los denominó bagalleros en el léxico boliviano y bagayeros con acento argentino. Las precarias viviendas aledañas a la quebrada servían como centros de acopio de los artículos, ahí los ayudantes se encargaban de embolsar o empaquetarlos, otro grupo de estibadores cargaba los bultos a los vehículos o a las carretas rumbo a Yacuiba, al llegar los descargaba; quien conducía el carro generalmente era el dueño, cada modalidad tenía su costo, finalmente otros embarcaban la mercadería a los grandes camiones rumbo a Santa Cruz o a las poblaciones intermedias del Chaco u Oriente.
Mucho jugó a favor de doña Victoria el capital con el que llegó y la ubicación de su vivienda. Su hogar era la más próxima a la línea fronteriza, estaba situada a unos pasos del borde de la quebrada y casi al final del camino que conectaba al pueblo con Yacuiba.
En esas condiciones, contaba con un espacio privilegiado para la actividad, su llegada a la zona justo cuando el comercio ingresaba a su auge y la construcción de su enramada en el lugar preciso le permitió ser una de las intermediarias más activas de la zona. Sus palabras nos llevaron a comprender que comerciaba mercadería con la colaboración de una considerable cantidad de bagalleros, estibadores, changueros (trabajadores por horas o tareas) y mozos (jóvenes ayudantes). Sin embargo, en sus recuerdos aún permanecían aquellos momentos cuando su esposo, justo en el espacio donde ahora es la esquina de las calles Chuquisaca y Yacuiba, armó su carpa para que inicien sus actividades comerciales. En ese sitio, con el transcurrir del tiempo y a medida que obtenían algunos ingresos, construyeron habitaciones con muros de palo a pique, cuyas uniones y grietas eran cubiertas con un preparado de barro y bejucos, el techo fue hecho con troncos de palmera; luego vendrían las viviendas de adobe techadas con chapas de zinc. Sin embargo, los temas más importantes y las necesidades más apremiantes de la gente no tenían respuestas en las acciones aisladas de las familias, era necesario aunar esfuerzos, unir voluntades y hacer común la decisión de mejorar la zona donde iban a fundar el pueblo para ver crecer a sus hijos.
Su casa, el espacio donde inició un emprendimiento exitoso y el hogar donde vio crecer a sus hijos, en los primeros años de Pocitos, fue una de las viviendas que albergó por muchas noches las reuniones preliminares de los vecinos que tenían un objetivo común: consolidar legalmente el nuevo pueblo. Nada ni nadie los haría cambiar de idea. Todos entendían que el reconocimiento legal del lugar era el único modo de lograr que las autoridades atiendan sus necesidades.
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