Si de absurdos tenemos que hablar, tenemos que referirnos a la llamada “parada al norte”, una serie de casetas de madera en fila que cumplen el papel de “terminal de buses”… a pesar de que la ciudad de Tarija tiene una, recién inaugurada y de grandes proporciones.
En “la parada al norte” sube quien sea, sin registro alguno, no está en la lista de pasajeros que se presenta en la terminal oficial, en otras palabras, ésta es la parada de la irregularidad y el caos. Los pasajeros de este lugar, no tienen necesariamente asiento asignado, su equipaje termina hasta en el baño del bus que es usado como un “nuevo y original compartimiento“.
Debemos considerar que estas casetas se encuentran en una de las avenidas más transitadas, y lo que sucede ahí representa una bomba de tiempo, un riesgo en potencia, las decenas de buses que se estacionan y salen, complican el tránsito vehicular y los choferes imponen el tamaño del motorizado para maniobrar en el lugar. Lo peor es que no existe control alguno para esta barbarie.
La crítica va dirigida al municipio que no hace nada, a la policía que a través de Tránsito debería impedir este fenómeno y al transporte que hace lo que sea y cómo sea mientras se le permita o no se le diga nada. Y así, de tumbo en tumbo, la ciudad sigue su viaje.
En “la parada al norte” sube quien sea, sin registro alguno, no está en la lista de pasajeros que se presenta en la terminal oficial, en otras palabras, ésta es la parada de la irregularidad y el caos. Los pasajeros de este lugar, no tienen necesariamente asiento asignado, su equipaje termina hasta en el baño del bus que es usado como un “nuevo y original compartimiento“.
Debemos considerar que estas casetas se encuentran en una de las avenidas más transitadas, y lo que sucede ahí representa una bomba de tiempo, un riesgo en potencia, las decenas de buses que se estacionan y salen, complican el tránsito vehicular y los choferes imponen el tamaño del motorizado para maniobrar en el lugar. Lo peor es que no existe control alguno para esta barbarie.
La crítica va dirigida al municipio que no hace nada, a la policía que a través de Tránsito debería impedir este fenómeno y al transporte que hace lo que sea y cómo sea mientras se le permita o no se le diga nada. Y así, de tumbo en tumbo, la ciudad sigue su viaje.
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