Los cocaleros del Chapare interrumpieron la erradicación voluntaria de
cocales ilegales en 2020 debido a que había un gobierno “de facto”, dijo Luis
Arce, supuesto presidente de Bolivia.
Al decir ese dislate, el exministro de Economía está revelando que los
cocaleros del Chapare dejan de erradicar cuando no están en el gobierno.
El informe de la ONU dice que en 2020 los cultivos de coca aumentaron en
45% y que las áreas avanzan en todas las direcciones.
Por ejemplo, se han aproximado a la frontera con Brasil al conquistar el
Valle de Tucabaca, llevando la droga, o por lo menos su materia prima, muy
cerca de las narices de los consumidores brasileños.
Lo novedoso del informe es que los cocales bolivianos estarían a punto
de encontrarse con los peruanos, en la zona de los ríos Apurímac y Ene. Serían
los primeros cultivos de coca binacionales de la historia, con largos alcances
geopolíticos.
En efecto, estaría a punto de surgir una “confederación Perú-Boliviana”
de la coca, la hoja que se ha convertido en la fuente de riqueza en la región.
Para Bolivia, con el MAS, la coca ha pasado a ser un factor dominante de
la geopolítica regional.
La coca boliviana permitió que Argentina se haya convertido en el cuarto
país exportador de cocaína de Sudamérica a pesar de no contar con una sola
planta de la hoja.
Y ahora surge la posibilidad de que los grupos del maoísta Sendero
Luminoso que operan en la selva peruana y controlan la coca, la droga y el oro,
se alíen con los bolivianos y se propongan avanzar en proyectos políticos
conjuntos.
Si avanzara este proyecto, estarían unidos Perú, Bolivia y Argentina por
la coca y la cocaína, rivalizando con el Mercosur, un proyecto de integración
del que el gobierno peronista argentino quisiera alejarse.
Esta “triple alianza” de la coca podría afiliarse al “eje de las
autocracias”, que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ha propuesto
confrontar mediante la organización de una alianza de países democráticos.
El “eje de las autocracias” está dirigido por China, secundado por
Rusia, que pasó a ser un país secundario en esta nueva “guerra fría”. Otros
miembros del eje son Irán, Cuba, Venezuela, o lo que quede de ella, Nicaragua y
Argentina.
Con este panorama es mucho más fácil entender lo que está ocurriendo en
Bolivia, donde el eje de las autocracias insiste en reponer al líder cocalero
en el cargo de presidente.
Y se entiende por qué se está produciendo esta represión sádica, cuyo
propósito político parece muy confuso dentro de las fronteras del país.
Quienes manejan estos títeres están muy lejos y tienen designios
insondables.
El autor es periodista.
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