Lic. Judith Noelia Ramos León
La historia cuenta la realidad que vivimos en esta zona
donde se desarrolló la guerra del Chaco, donde bolivianos de diferentes edades llegaron
a defender territorio nacional; pero muy poco se sabe de los estudiantes
paraguayos también fueron parte importante de la historia de la Guerra del
Chaco que, por realizar protestas en la capital paraguaya, fueron asesinados
por su propio gobierno.
La Guerra del Chaco fue consecuencia de seculares
diferencias por límites geográficos que no habían quedado bien explícitos en
las múltiples divisiones administrativas del Imperio colonial español en la
región. Estas en general definían los poblados, mas no las áreas marginales,
como lo fue el desierto chaqueño. El conflicto limítrofe devino guerra
fronteriza entre 1932 y 1935.
Antes de la conflagración, en Asunción, una marcha de
estudiantes exigiendo la defensa del territorio nacional –que irónicamente se
estaba realizando en forma discreta, para no alertar al adversario– terminó en
masacre, con jóvenes manifestantes heridos y muertos (1) en el patio del
Palacio de Gobierno, y se convirtió, junto con la Revolución del 22-23, en uno
de los episodios más inquietantes de la era constitucional liberal.
La masacre de los estudiantes
Los estudiantes del Colegio Nacional de la capital
paraguaya, reunidos en asamblea el 20 de octubre, decidieron reclamar al
presidente de la República la defensa del Chaco. Definieron tres puntos
principales: protestar por los hechos de Samaklay, pedir una política más
enérgica en la cuestión fronteriza con Bolivia y solicitar el regreso de los
altos jefes militares, en misión de estudios en el extranjero, para ser
enviados al Chaco. El Centro de Estudiantes solicitó permiso para la tarde del
día 22, que les fue concedido por la Jefatura de Policía. El itinerario fijado
fue: calle 14 de Julio, hoy Mariscal Estigarribia; Palma; Convención, hoy
O’Leary, hasta el Palacio de López, donde el orador ante el jefe de Estado
sería el presidente del Centro de Estudiantes, Agustín Ávila.
Los estudiantes se dirigieron al Palacio para manifestarse
ante el presidente de la República, Dr. José Patricio Guggiari. Al no
encontrarlo, continuaron hasta la Escuela Militar, donde el director, mayor
Arturo Bray, ordenó el cierre de los portones, que fueron apedreados. De ahí,
recorriendo las calles sin ser impedidos por la Policía, llegaron al domicilio
del presidente Guggiari, donde se pronunciaron discursos y, ya en situación de
turba, se apedreó la casa y se intentó incendiar la puerta de entrada.
Anteriormente, habían sido arengados por el mayor Rafael Franco desde su
prisión domiciliaria. Los estudiantes fueron al final bruscamente dispersados
por los policías.
Al día siguiente, alumnos del Colegio Nacional y de la
Escuela Normal fueron invitados a otra manifestación para protestar por la
hostilidad del cuerpo de Policía la víspera. La columna de estudiantes recorrió
las redacciones de los periódicos, arrojó piedras al local de El Liberal y
llegó al Palacio de López, donde se encontraba el presidente de la República.
Los ánimos se fueron encendiendo y la multitud atropelló el cordón policial
protector del Palacio, dirigiéndose a la escalera que conducía al despacho
presidencial.
La situación se descontroló. Una ráfaga de ametralladora de
la guardia del Palacio generó escenas luctuosas. El presidente Guggiari salió
al balcón y ordenó el cese del fuego. Luego, refugiado en la Escuela Militar,
delegó el mando en González Navero y pidió al Congreso su juicio político.
Fue el primer caso de juicio político llevado a término en
la historia del país.
La guerra inevitable
Inmediatamente después de la masacre de los estudiantes
frente al Palacio de Gobierno, asumió como jefe de Plaza –jefe militar en época
de crisis con poderes amplios– el mayor Arturo Bray, quien, como relata en sus
memorias Armas y letras, publicadas póstumamente, logró restablecer el orden y
traer la calma a la población.
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