Es simplemente el mundo real. Lleno de contradicciones, de personas
buenas y de personas malas. Prefiero a las primeras. Aquellas que, sin razón
alguna, o con una intensa razón, deciden tomar al toro por las astas y hacerse
cargo de malas situaciones.
Están, entre ellas, unos niños de una guardería infantil que pintaron
con sus deditos unos carteles que luego colocaron en los troncos de unos
árboles, en la zona norte de Cochabamba. Allí se lee que los han adoptado y
piden que no los dañen. Pero no pintaron los letreros porque sí, sino por un
hecho que relato a continuación.
La historia es un poco más larga. Comienza con una vecina que tomó una
foto a los anillos de la muerte inflingidos a estos árboles. Indignada publicó
la foto en las redes sociales, algunos internautas se indignaron. Sus voces
llegaron a oídos de los activistas ecológicos del colectivo No a la tala de
árboles, y éstos fueron hasta el lugar para tratar de curar a los árboles de
los anillos de la muerte, hablaron con la directora de la guardería, ella contó
el drama a las maestras y éstas a los niños, quienes los adoptaron. Deduzco que
de aquí a 20 años se sentirán orgullosos de sus acciones en pro del
medioambiente.
Hay otro ejemplo, el de un molle centenario llamado “El abuelo” y, que
este fin de semana, también fue curado de esos malditos anillos de la muerte.
Están, por otro lado, los ciudadanos que se conmueven y dejan agua y
comida para los perritos callejeros. O la cadena Farmacorp que los acoge en sus
establecimientos, en lugar de botarlos a la calle. Entiendo que no deberían
existir los “callejeritos”, empero, mientras nos sumamos al activista Ferchy
Kushner para poder esterilizar a los millones que pululan por las calles
bolivianas, podemos mitigar el hambre y la sed de los que hallemos al paso.
Existen más ejemplos y allí voy notando una conspiración ciudadana por
la bondad. Es una ciudadanía que está madurando y no está esperando a que el
alcalde de turno, el gobernador o el presidente en ejercicio, le resuelva la
vida.
Son acciones diminutas y suceden en momentos espinosos, cuando la
mayoría anda esperando cortar el problema de raíz, a que se emita una ley para
castigar a los infractores, o a que la autoridad haga algo.
Y si bien no andamos equivocados en pedir que se cumpla con la ley, es
posible realizar buenas acciones, sin la ley o el castigo por delante,
especialmente en Bolivia donde falta quien haga cumplir las normas, y abundan
los voluntarios dispuestos a transgredirlas perpetuamente.
Así que si al final de la lectura de este artículo no has pensado en
cómo mejorar el metro cuadrado donde vives, entonces eres parte del problema y no
de la solución.
La autora apuesta por la bondad ciudadana.
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