Las viejas vides centenarias que crecen entre el molle, el chañar y el algarrobo en el colorado cañón de Cinti se vistieron de gala este 31 de marzo, cuando The Old Vine Conference 2025 en Reino Unido lanzó su veredicto al otorgarle el primer puesto como campeones al Mejor equipo del mundo de “Héroes de la Viña Vieja 2025” a la Bodega Yokich.
Entre 90 bodegas de 14 países concursando en la edición
2025, quedaron 60 proyectos que cumplían los requisitos para la premiación. En
la categoría de Mejor equipo de Viticultura compitieron dos proyectos de
España, uno de Estados Unidos, uno de Australia y uno de Bolivia, que se llevó
el galardón.
“Todavía no lo podemos creer”, dijo Patricia Mendoza Morón,
enóloga y gestora del proyecto reconocido por la preservación de viñedos y
cepas antiguas en el valle de Cinti, Chuquisaca, a tiempo de festejar con todo
su equipo, conformado, en su mayoría, por mujeres: “Tenemos mucha historia que
contar y queremos dejarlo escrito para que las futuras generaciones tengan un
pasado de base para continuar trabajando en el presente y proyectarse a
futuro”, manifestó.
Sonia Zamora Márquez, Fanny Morón Lino, Dionicia Portal,
Rebeca Cazón Aguirre, Mandina Buitrago, Nancy Ortega de Solano, y las hermanas
Rivera, son algunas de las mujeres que han preservado por generaciones el
conocimiento de cultivar la vid en parrales guiados con chañar, también llamado
sofaique (Geoffroea decorticans), molle (Schinus Molle), y algarrobo, conocido
como taco, con el propósito de crear conciencia en los viticultores sobre la
importancia de los viñedos viejos como patrimonio genético, considerando el
cambio climático y la resiliencia biótica y abiótica.
“Las vides crecen en un clima estupendo, a 2.406 m.s.n.m. A
estas alturas tenemos una buena amplitud térmica entre el día y la noche, con
días calientes y noches muy frescas, lo que hace que tengamos en nuestras uvas
un buen equilibrio de acidez y color, y los aromas que se reflejan en nuestros
vinos premium”, explicó Mendoza.
“Tenemos un Banco Genético de cerca de diez hectáreas de
vides criollas y patrimoniales de uva Misionera, Moscatel de Alejandría,
Vischoqueña, Imporeña y Uvilla, Rosada Criolla, entre otras, para crear
plantines, para que estas cepas no se pierdan, y para hacer vinos y singanis de
alta gama”, expresó Patricia. Estas cepas son seleccionadas por la familia
Mendoza Yokich y Morón, quienes subvencionan un gran porcentaje de la
producción con la finalidad de expandir la viticultura de cepas Criollas y
Patrimoniales en Cinti y Bolivia.
En el Valle de Cinti, la viticultura ancestral combina
árboles de la zona con vides centenarias que crecen enredándose en molles,
chañares y algarrobos, “pero también en plantas de durazno y ciruelo, que dan
un sabor exclusivo a cada uva y, por consiguiente, al vino y al singani”, acotó
Mendoza. Es lo que se conoce como Vitiforestería.
“Es un museo al aire libre. Todo se hace de forma manual,
por lo que está desordenado. La vid se encuentra en convivencia con otros
frutos, como la manzana, pera, duraznos, ciruelos, membrillos y algunos
vegetales. En esta arquitectura de viñedo no se usan máquinas, y también hay
vides más jóvenes que se cultivan en sistemas de espalderas. El sistema de
árbol se llama parronera, que en su mayoría funciona con vides viejas, incluso
centenarias. Dan menos frutos, pero se hacen vinos muy elegantes”, explicó.
Acerca de los efectos que trae el galardón, Mendoza explicó
que “tendrá un impacto positivo en el posicionamiento global de la viticultura
boliviana, destacando la Vitiforestería, además de validar la importancia de
las cepas patrimoniales y criollas, brindando una plataforma internacional para
promover vinos Premium y la viticultura ancestral de Bolivia”.
Es la tercera vez que la organización The Old Vine
Conference otorga este premio, y para Bolivia representa “un aliento que abre
puertas a nivel mundial. Te hace conocer tu proyecto en el mundo del vino,
asistir a eventos, conocer mucha gente y abrir mercados. Es muy importante”,
aseveró Mendoza.
La enóloga adjuntará el galardón a una propuesta de Ley de
protección y preservación de cepas viejas de 35 a 99 años y de cepas
centenarias desde los 100 hasta más de 300, y algunas de 350 años, cuyas
categorías están respaldadas por la Organización internacional de la Viña y el
Vino (OIV).
De esta manera, Mendoza buscará que el sistema de cultivo
denominado Vitiforestería, parte fundamental de la identidad vitivinícola de
Bolivia, esté garantizado con la conservación de estas viñas como parte
esencial de la herencia cultural y genética del país, asegurando su
preservación para futuras generaciones y protegiendo este recurso invaluable
frente a los desafíos del cambio climático.
La enóloga explicó que la Bodega Yokich, perteneciente a su
familia, fue construida por los Jesuitas en la segunda mitad del siglo XVI. Hoy
día, es liderada por Patricia, su madre y sus hermanos. “Somos cinco
generaciones que cuidamos estas cepas ancestrales, y mi familia está compuesta
por cinco mujeres y un varón”.
Patricia Mendoza estudió viticultura y enología en la
Universitá Di Bolonia, con sede en Cesena, Italia. También hizo una maestría de
espumantes en la Royal Agricultural University RAU en Plumpton College,
Inglaterra, y trabajó en varias bodegas de esos países.
Es copropietaria de los viñedos y bodegas Yokich SRL y
singani Tierra Alta, heredadas de su familia Mendoza Yokich y Morón y dirigida
por su madre Fanny Morón Lino, Patricia, Marcela, Verónica, Ariel y Amanda
Mendoza Morón.
Patricia cuenta que sus abuelos, Arturo Mendoza y Mery
Yokich, y sus padres, Renato Mendoza Yokich y Fanny Morón Lino, dedicaron sus
vidas a proteger y salvaguardar el legado de la viticultura ancestral de
Bolivia. “Hay cepas que llegan a 350 años”. Orgullosa del premio, expresó que
“los españoles estaban muy contentos de que Bolivia ganara por la herencia que
nos trajeron los religiosos hace 500 años”.
El País
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