El gobierno celebra, los expertos sospechan de acuerdos con las bandas criminales y los vecinos desconfían: Rosario, considerada la "capital narco" de Argentina y cuna del astro Lionel Messi, redujo los homicidios en más de la mitad desde inicios de año.
Durante la última década, la ciudad ha sido la más violenta
de Argentina. En 2014 hubo un estallido de homicidios (254) que, con
oscilaciones, se mantuvo hasta 2023, con 260 víctimas anuales.
Pero algo cambió desde fines de ese año, cuando asumió el
presidente Javier Milei, con un discurso de tolerancia cero a la delincuencia,
y un nuevo gobernador en Santa Fe –provincia en la que se ubica Rosario-,
Maximiliano Pullaro.
En sus dos primeros meses de gobierno, Pullaro recibió unas
30 amenazas de organizaciones criminales por el endurecimiento de las
condiciones de detención de sus cabecillas presos.
El clímax de la tensión ocurrió en marzo, cuando desde la
cárcel grupos narcos ordenaron a sus sicarios disparar contra personas
"comunes" y fueron asesinados cuatro trabajadores. Desde entonces,
las estadísticas de homicidio descendieron bruscamente.
Según un informe del ministerio de Seguridad nacional, la
tasa de homicidios en Rosario se redujo 62% entre enero y agosto respecto al
mismo período del año pasado. "Tenemos el número más bajo de homicidios en
17 años en Rosario", se felicitó la ministra Patricia Bullrich.
- "Todo sigue igual" -
Situada junto al río Paraná, 300 kilómetros al norte de
Buenos Aires, Rosario es la tercera ciudad del país y en sus márgenes se ubica
el tercer puerto agroexportador en importancia mundial.
Sin embargo, se ha dado a conocer por la violencia del narco
y ha ocupado titulares en la prensa por las amenazas que recibieron futbolistas
como Ángel Di María, Messi o sus familiares.
En los barrios concernidos, reina la desconfianza.
"Vemos más policía, pero todo sigue igual. Los
homicidios no los pasan por la tele, pero sigue habiendo", dice Sandra
Arce, una ama de casa de 46 años que administra un comedor comunitario donde se
alimentan 120 familias dos veces por semana.
Para Arce, quien vive en el barrio popular de La Boca desde
hace 18 años, las diferencias no son visibles. "Sigue lo mismo la situación
en la calle: te roban, te arrebatan, andan a los tiros", lamenta.
No obstante, concede, es positivo que se haya
"levantado" (eliminado) un punto de venta de drogas frente a su
centro solidario.
Para las autoridades en cambio no hay medias tintas.
"Dijimos que íbamos a poner orden en la cárcel y orden
en la calle. Y eso fue lo que hicimos", celebró recientemente Pullaro.
- ¿Mensajes encriptados? -
El doctor en Ciencias Sociales y exministro de Seguridad de
Santa Fe, Marcelo Sain, descree que el descenso abrupto de la violencia
obedezca solamente a una mejora en la prestación del servicio.
Para Sain, "hubo un pacto" entre el Estado y el
mundo criminal por el cual "se paró la matanza de gente".
"No hay ninguna otra explicación, porque no hay ninguna
otra política en el mundo que haga descender los homicidios de manera tan
pronunciada", agrega.
El director del Observatorio de Política Criminal de la
Universidad de Buenos Aires (UBA), Ariel Larroude, consideró
"llamativo" el descenso de la violencia porque "el consumo de
drogas sigue creciendo".
En diálogo con AFP, recordó que "ni grandes ciudades
con problemáticas similares, como Medellín o Cali a finales de los 1980 y
principios de los 1990, bajaron de manera tan abrupta la cantidad de muertes en
menos de seis meses".
Según el experto, "esto puede ser resultado de un
excepcional éxito en materia de política criminal" a partir de "un
reacomodamiento" de la policía y las prisiones.
Pero también es posible que, además, "haya habido un
gran acuerdo tácito con las bandas para menguar la violencia, haciendo la vista
gorda con la venta de drogas", estimó Larroude.
El abogado explicó que "esos acuerdos no hay que
pensarlos como parte de una escena de película, donde en un galpón se juntan
jefes de clanes y altos mandos policiales y pactan a viva voz".
Sencillamente, se puede haber dejado de controlar
policialmente algunas esquinas o barrios. "Esas decisiones crean mensajes
encriptados, fáciles de decodificar para grupos acostumbrados a lidiar con la
violencia", dijo.
Agencias
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