IGNACIO VERA DE RADA
El 17 de agosto por la noche, casi todos –por no decir
todos– nos llevamos una sorpresa: Rodrigo Paz había ganado la elección con
holgura. Pero fue una sorpresa agridulce.
Dulce, porque los tres primeros puestos correspondían a la
oposición y las variantes del MAS (AP, el mismo MAS y FP) estaban prácticamente
en la lona.
Y agria porque, por un lado, muchos votantes opositores no
veían a aquel que según las encuestas tenía el primer lugar, Samuel, y porque
luego se rumoreó que el masismo se estaba adhiriendo a Paz o rearticulando en
torno a él.
No obstante, la agridulce sorpresa en absoluto se podía
comparar a aquella solamente agria de la noche del 20 de octubre de 2020,
cuando, en contra de lo que todos los opositores esperaban, el MAS, con Luis
Arce como candidato, apareció en las pantallas de la televisión con más del 55
por ciento de los votos…
Ahora, mal que mal, se sentía una relativa paz por haberse
finalmente derrotado a los azules causantes de 20 años de atropellos a la ley
y, ya en el último tramo, de desgobierno y crisis económica.
Esa misma noche, las redes sociales se inundaron de
publicaciones sobre el inesperado triunfo del hijo de Jaime Paz Zamora y el
expolicía Edman Lara.
A diferencia de Tuto y Samuel, que dieron discursos en
hoteles, Paz Pereira se congregó con sus seguidores en el Prado paceño, y al
parecer eso también agradó a muchos de sus votantes. No obstante, en política
la gloria puede durar poco, y a veces muy poco…
Al día siguiente, lunes, comenzó a circular un alud de
publicaciones que no favorecían precisamente a su candidato Lara. Por ejemplo,
viejos tuits de apoyo a Evo Morales, en que Lara se deshacía en elogios para el
déspota de Orinoca, un encendido discurso en el que insultaba a Tuto y hasta un
video en el que decía que podría llegar a enfrentarse al propio Rodrigo Paz, en
caso de que este fuera contra sus principios o fuera corrupto.
Pronto cientos o miles de internautas, entre anónimos y
reconocidos en medios de prensa y análisis político, se fueron dando cuenta de
que Lara podría ser un vicepresidente autoritario y además insolvente en otro
tipo de temas que van más allá de la lucha contra la corrupción, como la
economía, la salud, la justicia o la educación.
Asimismo, preocuparon las rencillas que podría haber
eventualmente entre él y su candidato a la presidencia. En suma, fueron varias
las banderas rojas que la gente reconoció alrededor del popular capitán Lara.
Cabe ahora preguntarse qué pasará de cara a la segunda
vuelta entre Tuto y Paz. Desde que varios sectores masistas se fueron plegando
a la candidatura del PDC o manifestándole adhesión, muchas personas que ya no
desean nada que sea MAS, socialismo o estatismo, hicieron saltar la alarma y
advirtieron que un eventual gobierno Paz-Lara sería un proyecto de renovación,
sí, pero del masismo, o un masismo camuflado bajo otro color.
En una palabra, más de lo nacional-popular. Ahora bien,
analizando las propuestas de Paz y Tuto, aquel temor no carece de fundamento,
ya que mientras el segundo propone medidas de ajuste económico, meritocracia en
las instituciones y acudir a un millonario préstamo del FMI, el primero propone
algo similar a lo que Alianza Popular llamó “economía popular” (“capitalismo
popular”), sin mencionar de dónde saldrán los dólares que Bolivia necesita para
salir de la crisis.
En esta fase de la carrera electoral de cara al 19 de
octubre, día de la segunda vuelta, las entrevistas a los candidatos y los
debates deberán focalizarse ya no tanto en el qué, sino en el cómo.
Ya no en qué harán, que eso ya lo conocemos. Sino en cómo lo
lograrán…
Temo que Rodrigo Paz deberá ajustar su plan económico si es
que quiere tener mayor solvencia convenciendo a la gente sobre su capacidad
para resolver tan grave crisis económica.
También temo que, ya que se trata de dos candidatos a la
presidencia con largas trayectorias políticas, los electores encontraran un
duelo reñido.
De los vices no se puede esperar mucho, lamentablemente.
J.P. es lego en asuntos de ciencia política, justicia o economía, y lo mismo se
podría decir del capitán, cuyo carácter irascible lo está dejando malparado
ante muchos.
Fundar empresas tecnológicas y salir siendo ahorcado por un
policía abusivo, y luego hablar como disco rayado contra la corrupción, no son
méritos que hacen de una persona un candidato idóneo para el cargo más político
que existe en el Estado boliviano: el de vicepresidente.
El autor es politólogo y comunicador social
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