La leyenda de Chaguaya, la Virgen que eligió su lugar - Periódico El Gran Chaco - Noticias de Yacuiba, Gran Chaco, Tarija, Bolivia y el Mundo.

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agosto 22, 2025

La leyenda de Chaguaya, la Virgen que eligió su lugar


La tradición señala que las primeras apariciones se registraron ya en la época de la colonia, cuando San Bernardo de la Frontera de Tarija intentaba consolidarse en este importante cruce caminos

Cuenta Aguilera Fierro que las Salinas, Chaco y Oran fueron invadidas por colonizadores de buena y mala fe. Los campesinos, cuyo origen es diverso, comenzaron a labrar la tierra, permanentemente hostilizados por la fiereza indígena que defendía su territorio. Luis de Fuentes y Vargas en varias ocasiones debió acudir en defensa y protección de los vecinos de Chaguaya, asediados por los indígenas.

Por aquella época, la sequía devastaba los cultivos, la peste diezmaba los animales, las enfermedades causaban bajas dolorosas en las familias del vecindario de Chaguaya. “Años terribles, sólo la fe y la esperanza en días mejores sustentaban el espíritu de los pobladores”, dice el escritor.

Bajo este contexto, empieza la leyenda, hilvanada con la imaginación campesina, limpia como la fe del creyente. Dice la tradición oral que dos esposos campesinos retornaban de la faena diaria, él traía a lomo de acémilas pasto largo para el techo de su nueva casa, mientras su esposa conducía las ovejas. El día había sido como cualquier otro, la noche comenzaba a tejer su manto sobre el valle, la costumbre de trasladarse en las noches, les posibilitaba orientar sus pasos entre la escasa vegetación. Durante el día, habían analizado una vez más la triste situación de los comarcanos, los pastizales secos, el río escasamente dejaba un hilo de agua. Sólo las lluvias oportunas serían la salvación de los cultivos y animales.

La pareja acompañaba el ritmo de los grillos con sus pasos, el chasquido de las pisadas de las ovejas y cabras rompían la monotonía del atardecer, si no fueran estas pisadas el silencio de la noche sería completo para un escenario adornado de quietas luciérnagas. De pronto, ambos divisaron no muy lejos un resplandor que dibujaba el contorno del paisaje sobre un imponente fondo negro. Curiosos, detuvieron la manada y dirigieron sus pasos hacia él. Venciendo la rala arboleda llegaron hasta un frondoso árbol de molle, enceguecidos por el resplandor, no vieron sino una hermosa estela tricolor que en religiosa armonía, deslizaba sus rayos del centro hacia los lados. La visión era tan extraña que los humildes chapacos no atinaron a nada, el reflejo interior les hizo persignarse y mirar calladamente hacia el estrellado cielo.

Los esposos estaban absortos contemplando tan potente juego de luces, tanto que no alcanzaron a mirarse el uno al otro. De pronto, los rayos de luz se fueron desprendiendo de su centro, dando paso en forma paulatina a la bella imagen de la Virgen María.

Como iluminados por un rayo divino, los esposos se postraron de rodillas e inclinando el cuerpo, besaron el árido suelo, exclamando: ¡Virgencita mía! ¡Bendito sea Dios!

Los pastores no pudieron precisar cuánto tiempo permanecieron de rodillas ante la imagen de la Virgen María de la Asunción. Cuenta Aguilera Fierro que al día siguiente, con las primeras luces del día, retornaron al lugar y reverentes tomaron la imagen y la llevaron consigo, colocándola en un sitial preferencial de su modesto hogar. Al caer la tarde, los vecinos de la zona anoticiados, llegaron hasta la casa con el objeto de conocer a la Virgen, pero grande fue la sorpresa de los recién llegados así como de los dueños de casa al no encontrarla.

La Virgen eligió su lugar

Reunidos en gran número, los vecinos se trasladaron en caravana al sitio donde fue recogida horas antes. Ante la perplejidad de los campesinos encontraron la imagen reposada en el frondoso árbol de molle, un hermoso halo de luz la envolvía. Así de rodillas oraron toda la noche, en cuyo lapso, se fueron sumando otros lugareños.

Al despuntar el día, en solemne romería la trasladaron hasta una de las casas de la comarca, concretando efectuar en horas de la tarde un cálido testimonio de fe católica. Según lo convenido, se había reunido la comunidad en pleno, empero, minutos después salieron los dueños de casa atónitos, pues no podían explicar cómo, una vez más, había desaparecido la imagen del interior de la casa.

Comprendiendo que la volverían a encontrar, se trasladaron hasta la meseta del árbol de molle. Allí, en el solitario paraje se encontraba la imagen de la Virgen; con humildad, le rindieron pleitesía, lentamente se fueron encendiendo antorchas y hogueras para acompañarla durante la noche. Los astros parecían alumbrar más, la tertulia y las horas se hicieron más apacibles que nunca, de esta manera una extraña paz se apoderó de sus mentes y corazones.

Al amanecer, los hombres labraban la tierra, las mujeres trasladaban agua y los niños se encargaban de proveer de pasto para la fabricación de adobes, mientras otros aportaban palos, cañas y tejas. Un colmenar de gente estaba construyendo la primera Capilla de la Sagrada Imagen de la Virgen de Chaguaya.

Durante tres días y tres noches los vecinos trabajaron y la acompañaron, así vieron que la Virgen no desaparecía más y por el contrario les ofrecía su dulcísima sonrisa. De esta manera, optaron por construir sus casas en la zona y trasladarse con sus enseres domésticos.

Los tiempos mejoraron

El escritor tarijeño relata que no pasó mucho tiempo para que las cosas mejoraran. Los milagros de la Virgen de Chaguaya llamaron la atención de otras personas, la Santa Aparición fue conocida de inmediato en Tarija y otros lugares, pues los testimonios de agradecimiento  son numerosos entre los devotos que la visitan todos los años.

Desde ese entonces, la peregrinación a Chaguaya se ha convertido en una de las prácticas religiosas de la tradición católica, que congrega a una gran cantidad de gente en el mes de agosto.

Destacado.- Como iluminados por un rayo divino, los esposos se postraron de rodillas e inclinando el cuerpo, besaron el árido suelo, exclamando: ¡Virgencita mía! ¡Bendito sea Dios!

/El País

 

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