En las profundidades de la Amazonia boliviana, alejados del bullicio y la modernidad, existen comunidades indígenas que han elegido vivir en aislamiento voluntario, apartadas del mundo exterior. Estos pueblos no contactados, considerados guardianes de una riqueza cultural y natural invaluable, enfrentan amenazas crecientes debido a la deforestación, la expansión de actividades extractivas y el cambio climático.
La defensa de sus derechos y la protección de sus
territorios no solo son esenciales para su supervivencia, sino también para la
preservación de la biodiversidad que sostiene a la región, en un contexto
global donde las presiones sobre los recursos naturales son intensas, la
situación de estos pueblos se convierte en un tema de extrema relevancia,
urgencia y actualidad.
Adamo Américo, del Grupo Internacional para Asuntos
Indígenas (IWGIA), señala que, aunque los datos exactos pueden variar, se
estima que hasta 12 grupos de personas viven en aislamiento o contacto inicial
en Bolivia. Esta cifra ha aumentado desde 2019, cuando se identificaron nueve
grupos.
Los pueblos en aislamiento están presentes en diversas
regiones de Bolivia, incluyendo la Amazonia, Cochabamba y el norte de La Paz.
Grupos como los Tignes y Tsimanes, así como otros en el Chaco boliviano,
continúan su vida en áreas que los estados consideran inhabitadas.
Desafíos legales y territoriales
Un aspecto fundamental de la lucha por los derechos de estos
pueblos es el reconocimiento de su derecho a la tierra y al territorio. Diego
destaca que el marco jurídico institucional de Bolivia reconoce la existencia
de campesinos indígenas y la población civil, pero la inclusión de los pueblos
en aislamiento como sujetos de derechos territoriales es un desafío político y
legal. La tierra ya está distribuida en su mayor parte, complicando el
reconocimiento oficial de nuevos derechos territoriales para estos pueblos.
En 2016, un informe jurídico presentado al Ministerio de
Justicia de Bolivia reconoció la existencia de pueblos en aislamiento en
ciertas regiones, y mencionó que incluso empresas como YPFB reconocieron la
necesidad de mantener distancia de estos territorios. Sin embargo, la
implementación efectiva de medidas de protección ha sido limitada.
En el Gran Chaco, una región que se extiende entre Bolivia y
Paraguay, habita un pueblo que guarda secretos ancestrales: los Ayoreos.
Conocidos como "ayoreode", que significa "personas", estos
cazadores y recolectores han permanecido en aislamiento durante siglos,
preservando una forma de vida nómada y en armonía con la naturaleza.
El Parque Nacional Kaa Iya, un refugio de biodiversidad, es
también el santuario de estos Ayoreos aislados. En 1998, la investigadora Luisa
Fernanda Velasco mencionó la existencia del grupo Gidai Goosode, aún no
contactado y viviendo en el parque. Este hallazgo se corroboró posteriormente
con estudios del antropólogo Vincent Brackelaire y otros expertos como Bernardo
Fischermann y Beatriz Huertas Castillo.
Los testimonios de los propios Ayoreos y de los
guardaparques del Kaa Iya son contundentes. Han reportado huellas y señales de
presencia de estos grupos nómadas en las salinas de San Miguel y áreas
circundantes. Las huellas, observadas en múltiples ocasiones desde 1997, narran
historias de una existencia furtiva y resiliente. Estas evidencias salieron a
la luz cuando se construía el gasoducto Bolivia-Brasil.
Autodeterminación y derecho a la vida en aislamiento
La autodeterminación es un principio clave que guía la
política de muchos pueblos indígenas en aislamiento. Estos grupos han elegido
vivir apartados como una forma de resistencia política y cultural, buscando
preservar su autonomía y evitar los efectos negativos del contacto con la
sociedad dominante, y así lo reconocen las Directrices de Protección para los
Pueblos Indígenas en Aislamiento y en Contacto Inicial de la Región Amazónica,
el Gran Chaco y la Región Oriental de Paraguay.
Américo subraya que el respeto por esta autodeterminación es
crucial, ya que el contacto forzado ha llevado históricamente a la muerte, el
sometimiento y la esclavitud.
El concepto de "no contacto" es promovido como un
principio de respeto hacia estos pueblos. La idea es evitar cualquier forma de
contacto que pueda poner en riesgo su existencia, dado que carecen de inmunidad
a muchas enfermedades comunes en la sociedad global, como lo demuestra la
pandemia de Covid-19.
En el caso de Bolivia se aprobó la Ley 450-2013 de
Protección a Naciones y Pueblos Indígenas Originarios en situación de alta
vulnerabilidad que ya cuenta con su reglamento. En cumplimiento de la norma, el
Estado tiene la obligación no sólo de respetar la autodeterminación de los
pueblos en aislamientos voluntario y en contacto inicial, sino también de
preservar sus territorios y sus sistemas de vida. A más de siete años desde la
promulgación, no se implementa y se pone en riesgo la existencia física y cultural
de las naciones y pueblos indígenas.
¿Quiénes son los pueblos no contactados?
Los pueblos indígenas no contactados son comunidades que
viven en aislamiento voluntario o forzado del resto de la sociedad. Se ubican
principalmente en la región amazónica, que abarca áreas de Brasil, Perú,
Bolivia, Ecuador y Colombia. La diversidad entre estos grupos es vasta,
abarcando diferentes idiomas, culturas y modos de subsistencia. Ejemplos
incluyen los Mashco-Piro en Perú, los Ayoreo en Bolivia y los Piripkura en
Brasil.
Los Sentineleses habitantes de la isla Sentinel del Norte en
India, son el pueblo más aislado del planeta. Nunca han sido contactados,
aunque sí han sido fotografiados desde el mar y el aire. Se cree que descienden
de los primeros pueblos que salieron de África y llevan viviendo en las islas
Andamán desde hace unos 60.000 años. Su lengua es diferente a la de otros
isleños de Andamán, lo que sugiere un aislamiento prolongado.
Según datos de Survival International, hay más de 150
pueblos indígenas no contactados en todo el mundo, desde la Amazonia hasta
Indonesia y desde el océano Índico hasta el bosque del Chaco en Paraguay. En la
mayoría de los casos, estos pueblos eligen no ser descubiertos debido a la
violencia brutal que sufrieron sus antepasados o la que aún enfrentan sus
vecinos contactados.
El aislamiento de estos pueblos es crucial tanto para ellos
como para la humanidad en general. Desde una perspectiva de salud pública, el
contacto con personas externas puede introducir enfermedades infecciosas para
las cuales estas comunidades no tienen inmunidad. Epidemias pasadas han
mostrado que incluso enfermedades comunes como la gripe o el sarampión pueden
devastar poblaciones no inmunizadas.
Desde un punto de vista cultural y antropológico, estos
pueblos representan una riqueza de conocimientos tradicionales y prácticas
sostenibles valiosas para el mundo en su conjunto. Su comprensión de los ciclos
naturales, las plantas medicinales y la gestión sostenible de los recursos
naturales ofrece lecciones importantes en un mundo cada vez más preocupado por
la sostenibilidad y la crisis climática.
Perspectivas a futuro y propuestas de protección
La protección de los pueblos indígenas no contactados
requiere un enfoque multifacético que incluya:
1. Fortalecimiento
de la legislación: Mejorar y fortalecer las leyes existentes que protegen los
derechos de estos pueblos a vivir en aislamiento. Esto incluye la demarcación
clara de sus territorios y la imposición de sanciones severas para quienes
violen estas áreas protegidas.
2. Vigilancia y
aplicación de la ley: Asegurar que las leyes y políticas de protección sean
cumplidas requiere una vigilancia activa. Esto puede incluir el uso de
tecnología como el monitoreo por satélite para detectar actividades ilegales y
la implementación de patrullas comunitarias.
3. Participación
comunitaria: Involucrar a las comunidades locales y a los pueblos indígenas en
la vigilancia y gestión de sus territorios puede ser eficaz. Estas comunidades
a menudo tienen un conocimiento profundo del terreno y pueden ser las primeras
en alertar sobre incursiones ilegales.
4. Educación y
concienciación: Educar a la población general y a los responsables políticos
sobre la importancia de proteger a estos pueblos. Esto incluye campañas de
sensibilización que expliquen las consecuencias de la deforestación, la minería
y otras actividades destructivas.
5. Apoyo
internacional: La comunidad internacional debe jugar un papel activo en la
protección de los pueblos indígenas no contactados, proporcionando apoyo
financiero y técnico a los gobiernos y organizaciones locales. Esto también
puede incluir presión diplomática para asegurar el respeto de los derechos de
estos pueblos.
6. Respaldo a
alternativas económicas: Fomentar alternativas sostenibles a la deforestación y
la minería, como el ecoturismo o la recolección sostenible de productos
forestales no maderables, puede reducir las presiones sobre los territorios
indígenas.
Los pueblos indígenas no contactados son un testimonio vivo
de la diversidad cultural y biológica del planeta. Su protección no es solo una
cuestión de derechos humanos, sino también una necesidad para la conservación
de la biodiversidad y el conocimiento tradicional. Enfrentamos una
responsabilidad colectiva de garantizar que estos pueblos puedan continuar
existiendo en sus propios términos, preservando su forma de vida y
contribuyendo a la riqueza del patrimonio humano global.
Perspectiva de Lino Joao de Oliveira
Lino Joao de Oliveira, del equipo de apoyo a los pueblos
indígenas, ofrece una perspectiva profunda sobre la realidad de los pueblos
indígenas aislados. A menudo se tiende a pensar que estos pueblos habitan
regiones extremadamente remotas, de difícil acceso. Sin embargo, Lino aclara
que "aislado" no es una categoría geográfica ni una condición
impuesta por enfermedades. Es una acción deliberada, una decisión tomada hace
180 años para defenderse de las masacres y enfermedades traídas por el contacto
con el mundo exterior.
“El aislamiento voluntario de estos pueblos no es una mera
cuestión de distanciamiento, sino una estrategia de defensa”, dice el estudioso
de los pueblos en aislamiento voluntario y en contacto inicial que llegó a
Bolivia en el marco del Foro Social Panamazónico 2024, desarrollado en
Rurrenabaque y San Buenaventura.
Al retirarse al corazón del bosque, explica que estos
pueblos buscan protegerse de nuestra civilización, que perciben como peligrosa
tanto por agresiones físicas como por enfermedades. Lino destaca que los
gobiernos no han comprendido su responsabilidad de preservar los derechos y la
vida de estos pueblos, a pesar de haber firmado convenios internacionales que
los obligan a hacerlo.
Lino señala que, aunque los Estados han ratificado acuerdos
como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las
demandas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, su implementación
sigue siendo débil. La razón principal es que los intereses económicos y
financieros, como la minería, la tala de árboles y la agricultura a gran
escala, prevalecen sobre las obligaciones sociales y ambientales.
Además, muchos de estos pueblos son transfronterizos, lo que
significa que su movilidad cruza varios países sin reconocer las fronteras
políticas. Esta realidad plantea un desafío adicional, ya que la
responsabilidad de protegerlos recae en múltiples estados que deben coordinarse
eficazmente. Lino insiste en que los pueblos aislados deben ser reconocidos
como comunidades transfronterizas, y que la protección de su existencia debe
ser una preocupación compartida por todos los países implicados.
El discurso de Lino también es un llamado a reconsiderar
nuestro modelo de desarrollo. La crisis ambiental y el cambio climático,
consecuencias de nuestra industrialización, nos enseñan que debemos vivir en
armonía con la naturaleza, como lo hacen los pueblos indígenas. No se trata de
regresar a una vida primitiva en la selva, sino de aprender a coexistir de
manera responsable con nuestro entorno.
El Deber
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