En América Latina ha sido muy frecuente que los partidos políticos que
alguna vez conquistaron el gobierno, tanto por elecciones como por golpes de
Estado, al cabo de pocas décadas terminaran perdiendo relevancia, hasta llegar,
inclusive, a desaparecer. Esto es común en nuestros países –por supuesto que
hay excepciones– y es uno de los factores para el retraso comparativo con los países
que han logrado superar el autoritarismo o que, por tradición, respetan la
voluntad mayoritaria de sus ciudadanos.
Como afirma el profesor Juan Pablo Luna, debemos reconocer que “la
democracia representativa, en ausencia de partidos programáticos y relativamente
estables, funciona mal”. (¿El fin de los partidos políticos? Dossier:
Jóvenes y Política). Por su parte, la periodista Amelia Ribadeneira, desde
otro punto de vista, expresa que “Una de las pocas reflexiones lúcidas que tuvo
Lucio Gutiérrez, cuando gobernaba el Ecuador, fue plantear que existen tres
países en uno: el país político, el de los medios de comunicación y el país
real. Esa frase puede aplicarse a casi toda América Latina y, en especial a la
región andina cuando nos preguntamos por qué vive en constante inestabilidad y
pobreza”.
Clemencia Medina Vergara da un ejemplo: “En efecto, al obtener menos del
5% de la votación presidencial válida, el partido de Haya de la Torre, el Apra;
el del expresidente Fernando Belaúnde Terry, Acción Popular y la Izquierda
Unida, perderán su derecho a permanecer inscritos en el Registro Electoral. De
hecho, el cuarto partido tradicional, el Popular Cristiano, renunció a su
candidatura a la Presidencia porque preveía una derrota. Todo el mundo reconoce
que los partidos tradicionales atraviesan por la peor crisis política de su
historia…”, (El Tiempo de Bogotá. Colombia. Perú:
desaparecen los partidos tradicionales). Estos son solamente dos casos.
Bolivia es un ejemplo de inestabilidad. Casi siempre los partidos que
contaron con gran apoyo durante décadas, al fin terminaron disminuidos e
irrelevantes en la política nacional. Quedan, ahora, solo siglas y, en algún
caso, unos pocos partidarios con la lejana esperanza de volver a ser
importantes en la vida política. En realidad, varios de los partidos políticos
en nuestro país han cambiado sus objetivos y abandonado sus principios.
Frecuentemente propician acciones contrarias a las que sustentaban. Este es el
caso de varios partidos llamados históricos, mientras el Movimiento al
Socialismo (MAS) mantiene y refuerza su origen populista.
En Bolivia, los partidos políticos creados luego de la Guerra del Chaco,
ya han llegado a la categoría de marginales, o han desaparecido. El único que,
al final, mostraba fuerza electoral, fue el Movimiento al Socialismo (MAS), que
surgió en 2006; pero también ha entrado en las crisis habituales: diferencias
entre sus militantes y dirigentes y, recientemente, resistencia a la
continuidad de su dirigente histórico Evo Morales Ayma. Hay entre ellos
frustración: Vienen de perder elecciones en sus bastiones, como la ciudad de El
Alto, y todo indica que, por medidas ilegales, arbitrarias e impopulares, su
futuro es incierto.
El autor es exembajador de Bolivia.
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