Gary Antonio Rodríguez A
Cada
uno de nosotros tiene una idea del tipo de país que quisiera heredar a sus
hijos, en función de sus propias convicciones. Pensando “en grande”, qué tal:
Una Bolivia donde la armonía sea fruto del mutuo
respeto, la solidaridad, la no discriminación, la inclusión social, y que las
diferencias se solucionen dialogando.
Que la naturaleza esté al servicio del hombre -y no
al revés- pero que su aprovechamiento sea racional a fin de maximizar los
beneficios desde el punto productivo, ambiental y social, sin comprometer su
aprovechamiento futuro.
Que el desarrollo sea sostenido y sostenible,
gracias a políticas públicas de incentivo a la inversión privada, la producción
de bienes y servicios, la creación de más empresas y el fomento de la
productividad y la competitividad.
Que la formalización de la economía sea lo que
fortalezca las recaudaciones del Estado, antes que el aumentar la presión
tributaria.
Que los trabajadores y empresarios privados se
sienten en una misma mesa junto con el Gobierno -como recomienda la
Organización Internacional del Trabajo- para acordar políticas públicas que
lleven a crecer a tasas del 7% u 8%, como en el pasado, y que ese incremento se
refleje en una severa disminución de la pobreza y una mejor calidad de vida en
todos los departamentos.
Que la población boliviana haya entendido que
comprar barato sale caro y, por tanto, prefiera comprar productos nacionales, y
no los de contrabando, ya que esto significará más empleos dignos en el sector
legal de la economía.
Que el país destaque por la cantidad y variedad de
productos de exportación al mundo, gracias a una política de promoción que
aliente la venta de bienes con valor agregado, haciendo que el país crezca por
encima de las posibilidades que ofrece el mercado interno, con un enorme
impacto, al ser el rostro social de las exportaciones los empleos formales con
mejores sueldos, que generan.
Que la actividad económica en el país se expanda de
tal forma, que “falten manos” en el mercado laboral, haciendo que no solamente
quienes cada año se incorporan como parte de la Población Económicamente Activa
puedan emplearse sin dificultad, sino que, aquellos que cada año salgan de las
universidades o institutos técnicos puedan ejercer su profesión siendo bien
remunerados.
Que aumenten las posibilidades de producción de
bienes y servicios en el país, tanto en función de una clase media
incrementada, como de millones de bolivianos que vivían en el exterior y
retornen con opciones de realización personal, gracias a lo cual muchas
familias que estaban separadas por la necesidad de emigrar para generar
ingresos, finalmente se puedan reencontrar.
Que el país garantice la seguridad jurídica con sus
leyes e instituciones; que la justicia funcione bien y que Bolivia destaque a
nivel mundial con la firma de acuerdos internacionales para captar inversiones,
convirtiéndose en un polo de atracción de capitales, tecnología y know how para
el desarrollo de una economía de servicios, pero también, de una economía del
conocimiento.
Que los micro, pequeños, medianos y grandes
emprendedores, todos ellos se miren como “empresarios”, y convivan
complementándose con la producción artesanal, indígena, comunitaria, campesina
y originaria, y que todos, absolutamente todos, progresivamente tengan mejores
condiciones de vida en términos de acceso a servicios de calidad en salud,
educación y capacitación, pero que también gocen del descanso y esparcimiento.
Que, como ocurre en las sociedades desarrolladas,
reine una justicia que lleve a la pacífica convivencia, la seguridad ciudadana
y la paz social, por el pleno respeto de la ley y el buen funcionamiento del
sistema democrático.
Que las autonomías departamentales y municipales,
contando con mayores ingresos, presten mejores servicios, sumando esfuerzos y
capacidades con el Gobierno central ofreciendo un mejor futuro a todos los
ciudadanos.
Si estos deseos le parecen bien, ¿por qué no se los
pedimos a Dios y nos esforzamos para que se hagan realidad?.
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