Cuando el odio nubla la razón, no hay argumento que valga. Esa es la
lógica de las dictaduras, que actúan en función de lo que creen, aunque aquello
que creen esté equivocado.
Algo así pasó en diciembre de 1971, poco después del golpe de Estado del
entonces coronel Hugo Banzer. El 28 de ese mes –irónicamente Día de Inocentes–
paramilitares se metieron a la universidad Tomás Frías de Potosí y sacaron con
engaños al estudiante Antonio González. Una vez afuera, se lo llevaron detenido
hasta La Paz.
En un libro publicado en 2010, González cuenta que lo pusieron frente al
mismísimo ministro del interior, Mario Adett Zamora. “Este militar no dudó en
golpearme en el rostro y la cabeza. Me pidió nombres de quienes se habían
reunido en Salta, Argentina, con grupos guerrilleros de tupamaros y montoneros.
A plan de patadas, me desnudó buscando una herida de bala porque, según
denuncias de mi participación en esa reunión, resulté herido en la espalda”,
escribió.
Pero González no tenía ninguna herida, porque jamás fue a Salta. Informó
de la reunión, porque era periodista. Había trabajado en la radio Sumaj Orcko,
que era de los mineros, y, en 1971, él formaba parte del departamento de prensa
de radio Kollasuyo. Informó sobre la reunión y, como era militante del partido
comunista, no faltó quien lo denuncie como opositor al Gobierno.
Estuvo preso hasta enero de 1973, cuando las gestiones de los sindicatos
de la prensa lograron su liberación. La dramática experiencia lo curtió y, en
lugar de amedrentarle, lo convirtió en un fuerte cuadro sindical. Así, llegó a
ser dirigente de la prensa potosina.
José Antonio González Bustillos murió por Covid-19 a las 8:30 del lunes
26 de abril. El virus contagió a toda su familia y la federación de la prensa
tuvo que hacer una colecta pública para reunir el dinero que permita cubrir
sepelio y tratamientos. Aunque era dueño de una radio, nombrada Rebelde –por la
de Cuba–, sus ingresos no justificaban su mantenimiento.
Así, don Antonio se convirtió en un periodista más que murió en
condiciones difíciles. Los colegas saben que, si hacemos un recuento, no vamos
a encontrar periodistas ricos porque, para salir de la pobreza, los
informadores bolivianos tienen que pasar la línea y meterse a la política.
Los que no lo hacen, y se quedan en su papel de periodistas, corren el
riesgo de morir como don Antonio, necesitando ayuda.
¿Cuál es el delito del periodista? Cumplir su trabajo, informar, y, al
hacerlo, muchas veces incomoda al poder, que prefiere un periodismo mudo o
complaciente.
El periodista que se vende tendrá casas, autos, bienes y una buena
renta. El que no, será tildado de opositor y está condenado a morir en el
ostracismo, digno, pero ostracismo al fin.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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