La ciudadanía tiene una ventaja sobre las autoridades que están en
ejercicio o se integrarán a la función pública en mayo, la información. Gracias
a las nuevas tecnologías, a las redes y a la curiosidad innata que tenemos, a
través de buscadores o de los grupos y cadenas que integramos, somos receptores
y emisores de la información que necesitamos.
Al poder, cualquiera sea quien lo ejerza, le cuesta, y le costará cada
vez más, imponer su verdad si esta no tiene esa calidad. Podrá distraer por un
tiempo, intentar confundir, sembrar dudas y medias verdades, pero el tiempo se
encarga inexorablemente de poner la luz donde corresponde y dejar en evidencia
la intención malsana de ocultar los acontecimientos.
Estoy participando de diálogos, encuentros y talleres sobre la realidad
y la coyuntura boliviana. Lo hago con mucho gusto pues además de compartir
información útil, esos espacios sirven para probar la consistencia de las
reflexiones y para retroalimentarme con las preguntas y las observaciones. Eso
ha ocurrido el día sábado 17 de mayo, en un espacio convocado por la Pastoral
Social de la Universidad Católica Boliviana. La seriedad profesional y el
compromiso de Fernando Cabrero y Juan Carlos Velásquez, y el compartir tribuna
con Carlos Cordero permitieron discurrir sobre la coyuntura y las
preocupaciones de más de 100 participantes que comparten el curso Laicos
constructores del bien común.
El volumen y consistencia de las preguntas que abrieron el debate marca
una línea de reflexión de ciudadanos y ciudadanas responsables con su futuro y,
por ello, conscientes de la oportunidad que están viviendo. Preocupaciones sobre
la ciudad, la migración, el futuro de la población rural viviendo en dos
espacios, engrosando las áreas periurbanas de las ciudades capitales con su
consecuencia de problemáticas en el uso del suelo, avasallamiento y
loteamiento.
¿Cómo o qué debe hacerse para incentivar migración al campo, ya que hay
mucha concentración de la población en las zonas urbanas? ¿Cómo se garantiza la
seguridad alimentaria siendo que, en 2032, el 90% de la población será
citadina? ¿Cuáles son los argumentos de las autoridades para posponer el Censo?
Porque si ya se tenía planificado o se conocía el año para llevarlo adelante,
no se lo tomó en cuenta en el presupuesto. ¿Quiénes son los responsables en
llevar adelante el proceso del Censo? Si la población que vive en área urbana
ha aumentado, ¿cómo se entiende que la votación del área rural sea capaz de
reorientar la votación mayoritariamente?
A la pertinencia de estas dudas, se suman las inquietudes sobre la
autonomía y su futuro. ¿Con la actual Constitución y el marco normativo que
tenemos, ¿es posible avanzar en las autonomías, o qué tipo de cambios y mejoras
se deben realizar para darle viabilidad? Como maestros, ¿cómo podemos aportar a
nuestros estudiantes para que logren el empoderamiento social si consideramos
que nuestros niños en 2032 serán ya jóvenes y adultos? El modelo
agroproductivo, insiste y persiste con pedir ampliación de la frontera
agrícola, para "garantizar la seguridad alimentaria". Son grandes
empresas, que entran a los municipios rurales, a sus comunidades. La tierra es
una mercancía que produce una gran problemática social, que termina expulsando
a los jóvenes de sus comunidades. ¿Cómo se generará una respuesta integral a
esta realidad?
Si consideramos que este tipo de reuniones se están multiplicando por
efecto de la pandemia, tenemos que aceptar que estamos en un camino correcto
para la multiplicación de ciudadanía activa, responsable y bochinchera, como
expresara el papa Francisco. Y que, si las preguntas siguen ajustándose a las
necesidades reales de la gente, no les quedará más a las autoridades, sean de
cualquier nivel estatal y signo político, que dar respuesta. Justo homenaje a
los 27 años de la Participación Popular: la revolución de las preguntas.
El autor es director de Innovación del Cepad.
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