La Inteligencia Emocional (IE) tiene una relación directa
con el bienestar integral y el éxito en el ámbito laboral y académico. Por
ello, es importante su estimulación desde temprana edad y durante toda la vida.
La psicóloga Verónica Trigo Padilla afirma que la IE es
un fenómeno biopsicosocial, en el que intervienen reacciones del sistema
nervioso, aspectos inherentes a la personalidad e influencias familiares y
culturales.
“En términos de Elsa Punset, escritora y divulgadora
científica, la IE es una llave para la libertad, porque nos permite elegir cómo
actuar sin ser presos de nuestra ira, miedo, rabia y otras emociones intensas”,
expresa la experta en Inteligencia Emocional.
La IE está relacionada, dice Trigo, con capacidades como
la autoconciencia emocional, la gestión emocional, la empatía, la resiliencia y
habilidades sociales, además de las destrezas para resolver los conflictos de
manera creativa.
Gestión emocional
La IE es una práctica que se construye todos los días,
desde el nacimiento de cada ser humano. Tiene que ver con la capacidad de
percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones.
La psicóloga Laura Amador destaca la importancia de la
educación en inteligencia emocional de los niños porque, al igual que los
adultos, atraviesan una serie de emociones. “Todos necesitamos recursos para
gestionar adecuadamente las emociones con el fin de poder tener un
comportamiento asertivo y formas saludables de vincularse”, explica.
En ese sentido, dice que hay que poner especial atención
en la primera infancia, ya que en los primeros cinco años de vida se establecen
muchos elementos de la personalidad y la salud mental de cada persona.
“Enseñarles a gestionar sus emociones es importante en
adultos y niños. Aprender a reconocer las emociones, no reprimirlas y por el
contrario, darles un lugar para saber manejarlas”, expresa.
El papel de la familia
El desarrollo de la IE en los niños está relacionado con
el grado de educación emocional de los padres y del entorno de referencia del
infante.
“Culturalmente y generacionalmente, los padres de hoy no
han sido educados emocionalmente. Por eso, para educar al niño, es necesario
empezar con los padres”, expresa Trigo.
Afirma que la IE empieza a desarrollarse en el vientre
materno, a partir de las emociones que experimenta la madre.
“Si bien la madre, desde el primer trimestre, recibe
atención para promover el buen desarrollo del feto, no obtiene la información y
técnicas para mantener el nivel de estrés bajo con el fin de favorecer la
inteligencia emocional del gestante en un futuro”, explica.
Por ello, señala como importante el papel de los adultos
durante este periodo, en el que se aconseja que les enseñen a nombrar, por
ejemplo, sus emociones.
“Aunque aparentemente no comprendan, se irán
familiarizando y así empezarán sus primeras lecciones de autoconsciencia y
gestión emocional”, agrega.
A propósito del Día del Niño, ambas profesionales y
expertas en inteligencia emocional comparten 10 estrategias para inculcar,
fomentar y lograr que los niños, desde sus primeros años, expresen y
desarrollen sus emociones.
1 Semáforo emocional. Trigo afirma que, ante un
conflicto emocional, hay que promover la reflexión y prevenir la impulsividad.
“Pueden imaginarse un semáforo. La luz roja es para frenar y calmarse. Se
sugiere que, para empezar los padres, se den unos segundos para calmarse y
promover la tranquilidad”, explica a tiempo de mencionar que la amarilla es
para pensar (una vez que están calmados) y la verde es para actuar de manera
consciente.
Por su parte, Amador sugiere evitar los castigos físicos
y gritos. “Un niño que se porta mal y recibe un golpe, poco a poco dejará de
tener la conducta indeseada, pero aquí tenemos un niño que se comporta bien por
miedo, no porque ha logrado comprender lo que estaba mal y eventualmente será
también un adulto guiado por el miedo al tomar sus decisiones”, agrega.
2 Termómetro. Trigo explica que ante una emoción
intensa se debe imaginar un termómetro que va del 0 al 10 y hacerse -sin juicio
y con buena predisposición- las siguientes preguntas: ¿cuánto me está afectando
esto?, ¿cuánto tendría que afectarme? y ¿cómo elijo actuar?
3 Lluvia de ideas. Frente a algún conflicto intra o
interpersonal, Trigo sugiere hacer preguntas como: ¿qué pasó?, ¿cómo me sentí?,
¿qué quisiera hacer, qué otras cosas más podría hacer? “En terapia familiar se
dice que a veces ‘el problema no es el problema, sino cómo se lo resuelve’, con
esta última pregunta se promueve la creatividad, lo que lleva a flexibilizar
nuestro cerebro y encontrar nuevas respuestas más efectivas”, expresa.
4 Independencia. Para Amador, el aprendizaje es
importante, ya que todo está interconectado. “Desde pequeños, les brindamos
herramientas para que puedan desarrollar actividades por sí mismos y no hacemos
las cosas por ellos, fortalecemos su autonomía, confianza y autosuficiencia. Un
niño que se cría dependiente, presentará secuelas de este vínculo en su vida
adulta”, manifiesta.
5 Unidad y diálogo. Trigo aconseja impulsar, como
familia, actividades solidarias que promuevan la empatía y la consciencia
social.
Por su parte, Amador destaca la importancia de fomentar
el diálogo con los niños. “En muchas ocasiones, los niños son subestimados, se
considera que no van a entender las cosas, que no saben lo que quieren o que su
opinión no cuenta. Todo esto es completamente equivocado, ya que precisamente
en la niñez se está moldeando el carácter, un niño con el que se conversa y que
siente valorada su opinión, está comenzando una autoestima apropiada”, destaca.
6 Limpieza mental. Para evitar pensamientos tóxicos,
Trigo recomienda imaginar y/o dibujar un basurero, donde se boten los recuerdos
o mensajes que hacen daño y no son útiles. “Cada que se presenten, se pueden
eliminar imaginariamente”, puntualiza.
7 Mindfulness. Se trata de una disciplina que
ayuda a controlar los pensamientos, a no gastar energía innecesariamente y
enfocarse en lo que vale la pena, menciona Trigo. “Un ejercicio que describe,
Daniel Goleman, autor del libro ‘Inteligencia Emocional’, es que el niño se
recueste con su peluche favorito encima del vientre y simplemente respire
hondo, mientras ve que al inhalar se hincha la pancita y al exhalar se hunde”,
expresa.
8 Creatividad. Para Amador, esto se debe entender
no sólo como la capacidad de crear, sino además como la habilidad de encontrar
los caminos necesarios para resolver problemas.
En ese sentido, destaca la necesidad de establecer
límites. “Es importante que un niño se desarrolle en un ambiente con reglas y
límites, que sepa que hay cosas que no puede ni debe hacer. Pero, en este
sentido, es fundamental que sepan el por qué. Educarlos en función a que
conozcan que cada acción conlleva consecuencias y a discernir lo que está bien
y lo que no, en el futuro, los hará personas conscientes y reflexivas”, dice.
9 Vida saludable. Trigo afirma que existen los denominados
alimentos cerebroactivadores. “Algunos tienen mayor impacto en el sistema
límbico, encargado de las emociones. Estos son: verduras verdes, frutos secos,
frutas (manzana, maracuyá, cereza, mandarina, palta), garbanzos, yogur natural,
chocolate negro, bebidas (agua, infusión de manzana y de tilo), Omega 3
(pescado, chía, aceite de oliva)”, explica.
Por otra parte, recomienda hacer ejercicio físico de
manera regular y sostenida para promover la producción de neuroquímicos,
encargados de la felicidad, como las endorfinas.
10 Posponer la gratificación. En el mundo actual,
caracterizado por la inmediatez, Trigo dice que es importante aprender a
tolerar la frustración y la paciencia. “La ‘prueba de los mashmelows’ de la
Universidad de Stanford muestra que esta capacidad predice mejores rendimientos
académicos y bienestar en la vida”, destaca.
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