El mundo ya lleva más de un año aguantando una pandemia que apunta a
cambiarnos para siempre.
Y es que lo que ha cambiado en nosotros no han sido precisamente
nuestras costumbres, revueltas al derecho y al revés, sino nuestra condición de
seres humanos.
Los cambios pueden verse particularmente en Asia y Europa, que fueron
los primeros continentes en ser afectados por el virus maldito y cuyos países
afrontan actualmente la tercera ola, con resultados disímiles. En estos países
ya se habla de la cuarta ola, así que el desafío es evitarla. Quien lo logre
podrá proclamar éxito frente a la enfermedad.
¿Cómo se evitará la cuarta ola? Vacunando masivamente a los ciudadanos
hasta alcanzar la inmunidad de rebaño. En países como el Reino Unido y
Alemania, donde el confinamiento sigue siendo la mejor manera de evitar más
contagios, evitar la cuarta ola sigue siendo un sueño difícil, pero no
imposible.
Y en medio de los desiertos que ha provocado la pandemia, España aparece
como un oasis porque es el país europeo que más ha flexibilizado sus medidas
restrictivas de prevención del coronavirus. Sin embargo, la flexibilización no
llegó tan fácil.
Como el resto del mundo, España sacrificó su carnaval, que se celebraba
con especial dedicación en Badajoz, Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, y,
pese a su proverbial tradición católica, también ha resuelto volver a suspender
las procesiones de Semana Santa. Cuanto más, los fieles podrán acudir a los
pies de sus imágenes más emblemáticas para rezar frente a ellas, en ceremonias
que, aunque son llamadas “besamanos”, evitan el contacto físico.
El barbijo, que es más conocido como mascarilla, es un accesorio
infaltable en el atuendo de los españoles que respetan las distancias físicas
cuando hacen fila y han limitado el contacto físico al mínimo posible. En las
reparticiones oficiales no se acepta ningún pago en efectivo y todo se hace
mediante tarjeta, aunque eso signifique perder ventas o evitar que la gente
ingrese a los museos.
Las medidas han sido duras, pero gracias a eso este país ha sido el
primero en flexibilizar sus restricciones a tal punto que, al ser el que más ha
ampliado sus horarios de circulación, y permite el funcionamiento de locales de
venta de comida y bebida, ahora es la atracción de los europeos que acuden
numerosos, especialmente a Madrid, y, así, están reactivando la economía de
España.
Pero eso tiene un precio. Limitar el contacto físico ha significado
poner muchas de las actividades bajo el control de los boots, las
máquinas, mediante una automatización que ha comenzado a reemplazar
paulatinamente a las personas.
Gracias a esas medidas, España ha frenado al coronavirus, y quizás no
tenga cuarta ola, además que ya se está recuperando, pero, a cambio, ha
deshumanizado muchos de sus servicios.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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