ADOLFO MIER RIVAS
No es por alardear, pero accediendo a una invitación de un senador republicano en el Congreso de EEUU, estuve todo un día en el Capitolio. Tuve la misma sensación cuando estuve en El Vaticano, muy lejos de la algarabía de Urkupìña y el trajín frenético de Cotoca.
El Vaticano y el Capitolio son de una pulcritud increíble. Un orden en el desorden turístico, pero en ambos lugares estás en la casa de Dios.
En realidad, no sé cómo es la casa de Dios. Porque vivir en una basílica debe ser muy frio, especialmente por las noches.
Pero quería referirme al Capitolio, la inmaculada catedal a de la democracia a la que no puede mancillar ni la basurita que sacamos de nuestro ojo, menos la colilla de un cigarrillo.
¿Quiénes pueden mancillarla? Obviamente la derecha, la que pertenece al ala de la ignorancia y del nazismo.
Ver las escenas que protagonizaron la tropa de imbéciles azuzados por Trump fue superior a Apocalipsis now.
Solo la derecha extremista puede tener tanta maldad. Siempre siembra saña en el mundo. ¿Ya ven? Hicieron correr la bolita de que Evo tenía Covid-19. Ya dijeron que tenía una ñata de 17 y que ahora tiene Covid-20 que es más contagiosa. Esa es una calumnia, pero el coraje del exmandatario lo desmintió. “Solo tengo tos y la derecha dice que tengo Covid”, dijo machamente.
Bueno, con el tono plañidero de siempre, porque la victimización, jugar futbol y patear las bolas de su adversario, siempre han estado entre sus principales hobbies.
Admitamos que la derecha fanática es tan perversa como la izquierda extremista, pero ni a esos niveles a alguien le importa un pito si Evo tose, si está sano o está a las cachuchas.
Su afán plañidero de hacer noticia, ya no es gracioso. Es confirmar que las evadas que lanza, periódicamente son las huevadas de siempre.
El autor es periodista.
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